miércoles, 15 de octubre de 2014
La alimaña
-Sí, pero apenas nos quedaban provisiones.
-Ya. Pero, ¿hacía falta que trajeras a esa alimaña? Mira lo que te ha hecho en la cara.
-¡¡Auu!! ¡Ten más cuidado!
-Por suerte no es una herida profunda, no te quedará cicatriz.
-Tenía que traerlo, necesitamos información.
-Podría haberte matado.
-Podría, sí, pero no lo ha hecho.
-Y, ¿por qué no lo has matado tú?
-Te lo he dicho, necesitamos información. Bueno, eso y que he notado en su mirada algo extrañamente familiar. Diría, incluso que nos conocíamos.
-Eso es imposible, las alimañas son seres peligrosos y matan a cualquier ser vivo que se les ponga por delante.
-Pero a mi no me mató.
Joel no estaba convencido con lo que le contaba y, cuando terminó de curarme la herida, se acercó a la alimaña. Con mucha cautela, observó la herida que tenía tanto en la cabeza como en el costado izquierdo. Me lanzó una mirada recriminatoria y dijo:
-Espero que no se despierte mientras le curo...
Al cabo de un par de horas, la alimaña despertó. Nos miró a Joel y a mí y empezó a gruñir y a enfadarse cada vez más. Por suerte, lo teníamos encadenado y no podía acercarse a nosotros, aunque teníamos miedo que por su fuerza arrancara la cadena de la pared y nos matara en un santiamén. Se notaba que estaba dolorido y desorientado, así que intenté acercarme a esa bestia poco a poco, indicándole que no quería hacerle daño. Me miraba muy fijamente, respirando acelarada y profundamente.
-No quiero hacerte daño, sólo quiero hablar contigo.- Me rugió a la cara.- Sé que antes no he estado muy comunicativa pero, como comprenderás, si me atacan, me defiendo.- Seguía mirándome con odio, mucho odio.- Mira, no te he traído aquí para torturarte, lo único que queremos es información y, cuando estés curado del todo, te podrás ir, sin malos rollos.
Se miró la herida del costado y vió que se la habíamos curado. Luego, se miró en un espejo y dió un respingo. Imagino que hacía tiempo que no se miraba en uno. Se acercó para observar más de cerca el golpe que le dí en la cabeza por el que, Joel tuvo que darle unos cuantos puntos. Volvió a mirarnos, esta vez más tranquilo. Se echó las manos a la cara y comenzó a emitir una serie de ruidos extraños. Dedujimos que estaba llorando, así que le dejamos tranquilo durante un rato. Finalmente dijo:
-Me llamaba Oriol. Ahora, sólo soy una alimaña más que se esconde de los rastreadores y destructores. ¿Qué queréis saber?
Joel y yo nos miramos, alucinados, porque pensábamos que las alimañas eran bestias incapaces de colaborar con los humanos. Y, ahí estaba, comunicándose con nosotros. Con mucha delicadeza, le pregunté:
-¿Cómo acabaste así, Oriol?
Le sorprendió que le llamara por su nombre. Luego, empezó a decir:
-Os acordáis cuando bombardeaban los pueblos y las ciudades por la noche, ¿verdad? -Asentimos.-Bien, pues recuerdo que mi familia y yo estábamos escondidos en un búnquer parecido a este, pero aquella noche no bombardearon la ciudad. A la mañana siguiente, salimos e hicimos vida normal, como cada día. Después, me fuí a la universidad donde estudiaba. Estaba en la biblioteca, cuando decidieron bombardearlo todo, sólo que esta vez lanzaban bombas nucleares. Los que no murieron, nos convertimos en alimañas, como nos llamáis los humanos.
Su historia me era muy familiar, ya que yo tenía un amigo que se llamaba Oriol y estudiaba en la universidad y, desde aquel ataque, no supe nada más de él. Me acerqué para mirarle a los ojos directamente y, ¡oh! esos ojos verdes almendrados eran inconfundibles. Ahora entendía porqué cuando me atacó no quiso matarme.
-Ahora lo entiendes, ¿verdad Laia?
Asentí con la cabeza, llorando y le abracé. Él no se esperaba mi reacción, pero también me abrazó.
Estuvimos hablando durante horas, sobre lo que había estado haciendo, lo mucho que nos habíamos echado de menos y sobre viejos recuerdos. Joel, no pudo evitar preguntar si Paula, su novia, había sobrevivido al ataque. Resulta que Oriol y ella estudiaban en la misma universidad, pero le contestó que no lo sabía.
Después de varios días, empezábamos a quedarnos de nuevo sin víveres, así que decidí volver a salir. A Joel no le hacía ninguna gracia que lo hiciera, pero yo era la única que sabía moverse por aquella ciudad, sin ser detectada por los rastreadores y los destructores.
Al cabo de un buen rato, volví con dos mochilas cargadas con comida y cosas útiles. Pero al llegar, Oriol estaba extraño, y le pregunté:
-¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
-No, no lo estoy. ¿Sabéis? Desde que me convertí en... esto, tengo los sentidos más agudizados y noto cualquier tipo de presencia, sea buena o mala. Y, ahora noto varias, y no son muy amistosas que digamos. De hecho, están acercándose hasta nuestra posición.
Sin pensarlo dos veces, Joel y yo cogimos las mochilas y varias armas. Abrimos una puerta que estaba oculta, para casos como éste. Detrás de la puerta había un pasadizo que iba a parar a las afueras de la ciudad. Nos esperaba un largo camino pero, con suerte, saldríamos vivos y los rastreadores lo tendrían muy difícil para encontrarnos, ya que aquel pasadizo daba a una red de caminos secretos, que parecía un laberinto y, además, teníamos un producto químico, que los repelía.
Justo después de rociar el búnquer con el producto y cerrar la puerta secreta, oímos como, por lo menos, entraban dos rastreadores y un destructor. Después salimos corriendo y olvidamos que una vez tuvimos un refugio seguro donde escondernos.
sábado, 6 de septiembre de 2014
Sociedad Maldita III (PV)
Resulta que vivimos en un pueblo costero cerca de Barcelona, en el que estaríamos atrapadas. El pueblo tiene una carretera principal que pasa por la costa, una secundaria que atraviesa el pueblo y la autopista que está por encima del pueblo. Con lo cual, ir en coche, sería la muerte segura, con zombies incluidos. En definitiva, vivimos en un pueblo donde la muerte está asegurada.
Estuvimos hablando, también, que lo más probable era que cayeran primero las grandes ciudades, por eso de que hay más gente y esas cosas, por lo tanto, a los pueblerinos (sin ánimo de ofender) nos daría un poco más de tiempo para poder proveernos de alimentos y escondernos lo mejor posible, sin hacer ruido, con la esperanza de pasar desapercibidos y no morir en el intento.
Eso es lo que haría yo. Iría al supermercado, cogería todas las latas de conserva y botellas de agua que pudiera cargar (en mi carro de la compra), me metería en casa, cerraría la puerta y las ventanas, pondría muebles en ellas para bloquear el paso (toda precaución es poca) y esperaría a que toda la locura pasara. Iría comiendo mis provisiones (sin abusar, claro) y cuando se me terminaran y no tuviera más remedio que salir a por más, sólo entonces saldría a la calle. Antes de salir, llenaría una mochila con cuchillos y objetos afilados, un par o tres de linternas, un collarín para el cuello, una manta de sofá y, luego, cogería libros o revistas y me las enrollaría en los brazos con cinta aislante. Me aseguraría que no hay zombies en la calle y bajaría por el balcón reptando por una sábana (vivo en un primer piso, así que no hay mucha caída). Una vez en la calle, me pondría el collarín en el cuello y sacaría un par de cuchillos. Y, probablemente, acabara muerta al cabo de dos minutos, o no. Si sobreviviera, no sé qué haría después, ya que ir hasta la playa sería muy peligroso e ir a la montaña también. Estaría atrapada por las dichosas carreteras llenas de gente muerta...
Pensaréis que estoy loca o que he visto muchas películas del estilo o, incluso, que tengo mono de The Walking Dead, quién sabe. Podría ser que fuera así pero, en realidad, lo que pienso es que estamos demasiado apegados a nuestras posesiones materiales y no nos damos cuenta que hay cosas mucho más importantes en la vida que tener el último modelo de móvil. De hecho, mi amiga y yo estuvimos hablando sobre el tema y llegamos a la conclusión de que el planeta debería castigarnos con algún tipo de plaga zombie o algo así, para que nos diéramos cuenta que lo que realmente importa, es vivir.
Pensad una cosa, en África están viviendo enfermedades de todo tipo, hay muchísima pobreza, y los que se enriquecen lo hacen a costa de llenarse las manos de sangre. Ellos no tienen nada pero, un niño africano es más feliz cuando le dicen que ese día, va a poder tener un cuenco de comida, que si le dan un juguete.
Y digo que deberíamos tener una plaga zombie, cuando en realidad ya lo somos, siempre tan absortos en nuestras tablets, móviles, laptops, etc., no nos damos cuenta de lo privilegiados que somos y que, algún día podría ser que cambiara el rol y ser nosotros los que no tengamos nada y acabemos siendo felices con un sólo cuenco de comida.
martes, 26 de agosto de 2014
Sociedad Maldita II (PV)
¿Os suena alguna de estas preguntas? Sí, ¿verdad? En algún momento de nuestras vidas nos han hecho estas y otras preguntas más. A mi sólo me han llegado a preguntar hasta la de casarme, aunque tampoco me "acosaban" mucho porque estuve con mi expareja viviendo de forma pecaminosa (léase con un ligero tono irónico). Sí, es cierto que en alguna ocasión me preguntaron lo de los hijos, pero creo que soy bastante expresiva con la cara y, no me preguntaron muchas más veces, así que no me puedo quejar demasiado.
Hablo de esto, básicamente, porque no hay nadie con quien haya hablado sobre este tema, que no le haya molestado que les hicieran estas preguntas, obviamente, porque cada uno tiene su ritmo y estilo de vida.
Poneos en la situación de una chica que tenga entre 20-22 años, sin novio, estudiando o trabajando. Se le acerca una amiga de su abuela y le pregunta: "¿Qué, tienes novio ya?". La chica piensa: "Y a tí que coño te importa", pero responde con un cortés "Pues no, todavía no tengo novio" y sonríe lo más falsamente que puede. La mujer insiste en decirle que con lo guapa que es, es raro que no tenga novio, que seguro que tiene muchos pretendientes. La chica, obviamente, insiste en que no es así. Entonces, la mujer la mira recelosa, como pensando que algo oscuro esconde, pero pronto se le pasa y, curiosamente, conoce a un chico guapísimo (a ella se lo parece...) y muy listo y muy trabajador y que si quiere que se lo presente. La chica la mira con cara de pocos amigos y rechaza lo más cortésmente que puede la invitación. Esto es algo que la mayoría de la gente NO debería hacer, pero lo hacen y, algunos/as, con malicia.
Ahora bien, esta chica tiene ya 22-23 años y tiene novio. Llevan entre seis meses y un año, aproximadamente, saliendo. La misma amiga de la abuela, se le acerca a la muchacha y le dice: "Anda, ya tienes novio, y ¿cuándo os vais a casar? porque os vais a casar, ¿no?". La chica no sabe si darle una paliza o matarla y echarla en un puchero para que se la coma su abuela. En vez de esto, le dice lo más calmada que puede: "Uy, nooo, todavía falta mucho para eso...". La mujer, se la mira y hace el gesto de cogerse las manos por debajo del pecho, baja la cabeza y de reojo le dice: "Ah, claro, ya entiendo, vosotros sois de esos que se van a vivir en pecado. Claro, claro...". La chica la mira boquiabierta y la deja por imposible, negando con la cabeza. Sí, es cierto, que ya hay cada vez menos de estas mujeres, pero haberlas, haylas.
En esta ocasión, la chica ya tiene unos 26 años y se casó con su novio, ahora marido, hace un año. Se vuelve a encontrar con la pesada de la amiga de la abuela. Ya está algo más vieja y más pelleja, así que la chica se arma con toda la paciencia del mundo. La mujer le suelta: "¡Anda! ¿Ya os habéis casado? Pues ahora a por la criatura, no sea que se os pase el arroz". La chica, que ya le da igual ser descortés, le dice: "Pues me parece a mí, que el arroz se me pasará cuando tenga la menopausia, y para eso todavía me faltan unos 24 años. Y, perdóneme, pero tengo prisa y me tengo que ir". Es que llega un momento, en el que te cansas de estos comentarios.
Ha pasado el tiempo, y la pareja ha tenido un bebé. Como no, se vuelven a encontrar a la mujer. Esta vez, con mucho cuidado les dice: "Qué bonito/a está, y ¿cuándo le vais a dar un/a hermanito/a?". La chica, intentando no ser grosera, le dice: "Pues para cuando éste tenga un par o tres añitos. Eso si no nos plantamos ya y no tenemos ninguno más". La señora se da por contestada, les da los buenos días y se marcha.
Se puede llegar a entender, que haya gente que se preocupe por ti, pero una cosa es eso y otra muy diferente el cotilleo. Porque a ti te hacen estas preguntas, pero luego según lo que les hayas contestado, les van con el cuento a otras personas, que ni les va, ni les viene.
Además, ¿y si esa persona no quiere tener novio/a?, ¿y si no quiere casarse?, ¿y si no quiere tener hijos?, ¿y si es homosexual?, ¿y si tiene algún tipo de enfermedad que no le permite tener hijos?, ¿y si nos metiéramos única y exclusivamente en nuestras vidas y dejamos las de los demás en paz?
miércoles, 6 de agosto de 2014
Papá, cuéntame un cuento (PV)
-Papá, cuéntame un cuento.
Se notaba que la pobre estaba cansada y quería que estuviéramos por ella. Así que, con mucha imaginación y paciencia, mi hermano empezó así:
"Érase una vez, una niña que vivía en una casita con sus papás. La niña, que estaba en una habitación con su padre, no hacía más que hablar y hablar y hablar, tanto fue así, que su padre le dijo:
-Cariño, ¿por qué no vas un rato con tu madre y le explicas lo mismo que a mi?
Y la niña, muy obediente, se fue con su madre. Ella no dejaba de hablar y hablar y hablar, así que su madre, le dijo:
-Hija mía, ahora mismo no puedo ayudarte, ¿puedes ir un ratito con papá?
Y así se pasó todo el día, de una habitación a otra, hablándoles a sus padres sin parar. Tanto hablaba, que ni comía, ni dormía.
Pasaron los días y la niña se quedó muy delgada, entonces los papás decidieron ir a visitar a un bruja para que les diera una pócima para que dejara de hablar.
-Aquí tienen. Para que funcione, se la tiene que beber entera.
-¿Seguro que funcionará? -Preguntaron los papás muy preocupados.
-Claro que sí. -Dijo la bruja.
Los papás fueron a casa y allí seguía la niña, hablando sin parar. Le dieron la poción y la niña se la bebió entera. Dejaron pasar unos segundos y... ¡Oh, no! Siguió hablando.
Volvieron a ir a la bruja, esta vez con la niña. La bruja al oirla, les dijo a los papás:
-Esto sólo se puede solucionar con una maldición.
-¿Con una maldición? Pero, no le hará daño, ¿verdad?, sólo le afectará a la voz ¿no?. -A los papás les asustaba que la maldición le hiciera daño a su pequeña. Entonces la bruja les explicó:
-No, la maldición no le hará daño alguno. Lo único que provocará, será que no volverá a hablar, nunca.
Los papás se quedaron mirando y, más tranquilos, accedieron a que la bruja maldijera a su pequeña, para que dejara de hablar. La bruja, cogió en brazos a la niña y, mirándola muy fijamente a los ojos, comenzó a pronunciar el conjuro:
-Pataplim, pataplom, pataplam, que esta niña no vuelva a hablar nunca más.
En ese instante, la niña se durmió en los brazos de la bruja y ella, con mucho cuidado, se la devolvió a sus padres y les dijo:
-Ahora dormirá profundamente durante unas horas, cuando despierte, ya no podrá hablar, nunca más.
Los padres se sintieron aliviados y volvieron a su pequeña casita.
Al cabo de unas horas, la niña despertó pero no habló. Los padres se abrazaron contentos por no tener que escuchar sus largas charlas.
Pasaron los días y la casa seguía en silencio. La mamá miraba a su niña y se sentía triste por no volverla a oir. Al papá también le pasaba lo mismo, así que decidieron volver a hablar con la bruja, para ver si podía hacerla hablar sólo un poquito. La bruja les dijo que la maldición no se podía deshacer con ningún conjuro, que lo único que podían hacer era darle muchos besitos y mimos y, de esa forma, volvería a hablar.
Eso hicieron los papás, en cuanto llegaron a casa, cogieron a la niña y empezaron a darles muchos besitos y muchos mimos. Al cabo de un rato, la niña los miró y volvió a hablar como antes de la maldición.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado"
Como habeis podido comprobar, mi hermano tiene muchísima imaginación, pero la niña quedó satisfecha, aunque sólo unos minutos...
De hecho, esta entrada se la dedico a mi hermano, por la paciencia que tiene con mi sobrina y a ella también, por ser tan bicho y cariñosa.
domingo, 20 de julio de 2014
Realidad
Hoy, cuando he despertado, me he dado cuenta que estaba en casa, en mi dormitorio, en la cama que compartía con mi mujer, pero ella no estaba conmigo. Me ha sorprendido escuchar una melodía, que me resultaba muy familiar. He recorrido todas las habitaciones pero no había nadie.
Durante todo el día me he sentido extraño. En ocasiones no veía nada en absoluto, en otras estaba mareado pero, sobre todo, el dolor de cabeza no ha dejado de martillearme. He mirado en el armario de los medicamentos, a ver si encontraba algo, pero estaba completamente vacío.
De repente, me vienen pequeños flashbacks, que me dejan algo confuso. Me veo discutiendo con mi mujer, en la cocina; ella me lanza un vaso a la cabeza, que consigo esquivar... Y, entonces , se corta ahí. No recuerdo porqué discutíamos, pero sé que es por mi culpa. En otro flashback, salgo de casa muy enfadado y voy en dirección al coche; entro en él y arranco; ella, que iba detrás mío, empieza a dar golpes en la ventana del conductor. Me doy cuenta que está lloviendo porque está empapada, pero sigue gritándome; la miro cabreado y salgo pitando de allí. Vuelve a cortarse. En el siguiente, me veo conduciendo, como un loco. El parabrisas no da a basto con la tormenta que cae. La carretera está oscura y apenas se ve nada. Entonces, al girar una curva, una luz blanca me ciega por completo y, después, nada. Me asusto, porque no sé en qué momento sucedió todo esto.
Necesito descansar, estoy muy cansado y sólo quiero dormir y que pase toda esta mierda.
-Mmm...
Abro los ojos, aunque me cuesta mantenerlos abiertos. Lo veo todo borroso.
-Mmm...
Vuelvo a abrirlos. Esta vez veo algo mejor. Está todo oscuro, pero entra una ligera claridad por mi lado derecho.
-Mmm...
Giro la cabeza y ahí está la mujer más bonita de este mundo. Está dormida en una silla, con la cabeza apoyada en mi cama.
-Ca... Cariño...-digo en un susurro.
Se despierta, me mira e intento sonreír. Abre los ojos asombrada y grita:
-¡ENFERMERA! ¡UNA ENFERMERA O UN MÉDICO, POR FAVOR!
La miro desconcertado, pero no me da tiempo a preguntarle porqué los llama, cuando me abraza y empieza a besar.
A los dos segundos, tengo a un grupo de enfermeras y médicos que no paran de mirar a los monitores que hay a mi alrededor, de hacerme pruebas y hacerme preguntas que no sé muy bien como contestar. Cuando terminan, le pregunto a uno de ellos:
-¿Qué me ha pasado?¿Por qué estoy en el hospital? No entiendo nada.
-No se preocupe, ahora se lo explicará su mujer. Lo que le puedo decir es que es un milagro que esté vivo y nos alegramos que así sea. -Me toca el hombro, me sonríe y se va.
Miro a mi mujer desconcertado. Ella me mira y comienza a explicar con lágrimas en los ojos:
-Aquella noche discutimos muy acaloradamente. La puta esa con la que me ponías los cuernos, vino a casa por la tarde, mientras tú trabajabas y tuvimos una "charla". Cuando llegaste a casa y entraste a la cocina, te lancé un vaso a la cabeza y empecé a gritar como una loca. Tú tampoco te quedaste corto. Después saliste de casa y te metiste en el coche. Yo salí tras de ti, insultándote, aunque tú no me oías porque llovía tanto, que dentro del coche no me escuchabas. Saliste disparado y yo me quedé llorando en mitad de la calle. Después entré y me metí en nuestra habitación. Debí quedarme dormida de tanto como lloré, porque cuando sonó el teléfono me asusté. Me dijeron que estabas aquí y desde entonces no me separé de ti.
-Y... ¿Cuánto hace de eso? -Pregunté sin querer saber la respuesta.
-Hace cuatro meses.
-¿He estado cuatro meses en coma?
Asiente con la cabeza y dice:
-Desde ese día, no he querido despegarme de ti. También ha venido mucha gente a visitarte; el médico nos dijo que era bueno que te hablásemos aunque no sabía si nos escuchabas. -Se queda un momento callada. Me besa con sus labios cálidos. Luego, me dice: -Tenía tanto miedo de perderte...
Rompe a llorar y le digo:
-Nunca me has perdido y nunca me perderás.
-Y... ¿la otra? -Dice en un susurro y con la cabeza gacha.
-A la otra, no la quiero volver a ver, jamás. Aquello fue un gran error que cometí. Nunca debí hacerte daño. Siempre seré tuyo. -Yo también lloro.
-Siempre seré tuya. -Me dice.
FIN.
lunes, 30 de junio de 2014
Comentario sobre "Disfrutando la soledad"
Disfrutando la soledad
A pesar de estar tan solo, es un placer poder entrar en librerías y bibliotecas; he tenido tiempo para leer de sobras, aunque el tiempo es relativo, ya que, mi reloj no funciona desde hace mucho. Aún así no me quejo, he podido disfrutar de cosas que no hacía desde hace mucho, como oler el café recién molido en una cafetería, rebuscar vinilos de clásicos (y no tan clásicos) del rock, coger "prestada" una cámara reflex y fotografiar los lugares más bonitos de esta ciudad, etc.
Y, ahora, me encuentro en la playa de Sant Miquel, esperando a que amanezca para poder inmortalizarlo con esta fantástica cámara, mientras vuelvo a releer los momentos de supervivencia de Alba y Dídac. Empiezan a despuntar los primeros rayos de sol y me parece algo tan hermoso y sencillo a la vez... Ojalá estuviera aquí mi mujer. Nunca pude compartir con ella un amanecer tan bonito y espectacular. La echo de menos, a ella y a mis hijos, pero esta vez ya no siento desesperación. Algo me dice que están vivos, que están en alguna parte y que están cerca de mi.
Después de mi paseo por la playa, me he dedicado a cotillear en las cocinas de los restaurantes y, me ha venido una pregunta inquietante, ¿cuánto tiempo llevo sin comer? No recuerdo haber provado bocado desde que salí de aquella habitación gris y apática. Ni siquiera recuerdo haber comido nada allí. Lo curioso es que tampoco tengo apetito y, aún así, no he perdido peso. Tampoco he sentido la necesidad de beber, pero tampoco me siento deshidratado. Intentaré no darle demasiadas vueltas, porque bastante tengo ya con estar solo y no poder compartir con nadie mis pensamientos.
Parece que se está nublando. Es extraño porque desde que salí de aquella casa, mi casa que no era mía, ha hecho sol y la temperatura era agradable. Sí, se ha nublado y empieza a lloviznar, pero es una lluvia agradable y cálida. Me quedo un rato parado en mitad de la calle, disfrutando del momento. Una canción viene a mi mente, I'm singing in the rain. Sonrío, empiezo a cantarla y a moverme como Gene Kelly en la película. Total, nadie me ve y puedo hacer lo que me plazca. Al terminar, estoy jadeante pero el subidón de adrenalina, me ha sentado genial. Además, está dejando de llover y vuelve a salir el sol, el del atardecer. Por suerte, me encuentro cerca del Palau Sant Jordi y puedo disfrutar de las mejores vistas para ver como se pone el astro rey. Al menos, hoy, me he sentido un poco más vivo.
lunes, 7 de abril de 2014
Recuerdos
Hace cuatro días, me encontraba en el jardín de casa de mis padres. Estaba igual que lo recordaba en mi infancia. Pero ese día, el jardín me parecía un sitio triste, sin niños, sin padres, sin juguetes, sin nada. Aún así, sonreí por todos los recuerdos que me venían a la mente. No era un jardín muy grande, pero tenía cesped, una caseta para el perro y mis juguetes esparcidos por todas partes. Mi madre me gritaba desde casa, que recogiera todo aquel desorden, pero yo seguía jugando. Entonces, mi padre aparecía detrás de mi y me agarraba por la cintura, haciéndome cosquillas y provocando que no parara de reir, mientras Gus, un goldendoodle muy cariñoso, no dejaba de correr a nuestro alrededor. Y mi madre, apoyada en el marco de la puerta nos miraba y sonreía. Recuerdo, incluso, que en alguna ocasión nos llegó a hacer fotos, mientras nosotros jugábamos. Mientras recordaba todo esto, noté algo extraño en la mano derecha, era una sensación de calor, como si alguien la rodeara con las suyas, pero no había nadie, estaba completamente solo.
Al día siguiente, como por arte de magia, aparecí en el lugar donde besé por primera vez a una chica. Y no era cualquier chica, se trataba de Olga, la más guapa de toda la clase. Por aquel entonces, teníamos unos 13 ó 14 años y, aprovechamos que estábamos de excursión por el Parc Güell de Barcelona, para escondernos en algún rincón y besarnos. Aunque por desgracia, Edu, mi mejor amigo, decidió gastarnos una broma, atrayendo la atención de toda la clase, para demostrar mis dotes lingüísticas. Con el tiempo, me confesó que él también estaba enamorado de Olga y, años más tarde, se casaron y fueron muy felices. El parque, por aquella época, estaba bastante bien cuidado y, en días soleados, daba gusto pasear por allí. Sin embargo, aunque el sol no había dejado de iluminar mis días desde mi salida, había canviado y ya no me parecía el mejor lugar para pasear, ni para enamorar a nadie. Me parecía completamente insulso y, aunque aquel recuerdo me viniera a la mente, ya no era el lugar al que una vez fui para enamorar a una niña de mi edad.
El tercer día, desperté en la universidad donde estudié. Allí me enamoré de la mujer más bonita del mundo entero. Estaba en secretaría, esperando mi turno para apuntarme a un seminario de... no recuerdo qué. El caso es que, estaba sentado en una silla y la vi entrar. Llevaba un vestido camisero blanco a cuadros de varios colores con un cinturón ancho negro, unos leggins negros, zapatos de tacón y un moño alto medio deshecho. Iba poco maquillada, aunque los labios los llevaba rojos y mascaba chicle. Entre sus brazos sostenía una carpeta que, por su tamaño, debía pesar lo suyo. Me ofrecí enseguida a ayudarla pero me rechazó. Levanté una ceja, le dediqué una media sonrisa y le solté un "muy bien" que le hizo pensárselo dos veces. A partir de ahí, ya no nos separamos hasta que... no recuerdo bien qué pasó. Aquel sitio, me pareció ahora triste y vulgar, ya no tenía el encanto que tenía cuando la conocí.
Ayer aparecí en el campo de futbol donde jugaba mi hijo Alex. Estaba vacío, como todos los lugares que he visitado hasta ahora. Ninguno me deja buen sabor de boca pero todos me traen muy buenos recuerdos. Aquí ví como dió sus primeros pasos en el deporte mi primogénito. Cada partido que jugaba, lo grababa para después verlo los dos juntos en casa. Los días en que no ganaba, se sentía frustrado, pero ahí estaba yo, para apoyarle y animarle a ser mejor cada día. Era un buen defensa, a pesar de su corta edad. Tal vez algún día se haría famoso por su buen juego y acabara en un buen equipo español. ¡Dios! Le echo tanto de menos... Mientras pisaba el cesped del campo, sentí que mi corazón volvía a latir con fuerza y, aunque todo lo que me rodeaba me parecía gris y triste, empecé a sentirme un poquito más vivo a cada paso que daba.
Hoy estoy en un restaurante. No estoy seguro si es donde mi mujer y yo celebramos nuestro aniversario de boda. Diría que no, me suena haber estado aquí con otra mujer, una con la que no debería haber estado nunca, con la que engañé a mi mujer. En ese momento me sentía muy agusto con ella pero, se convirtió en una pesadilla de la que no podía salir. Provocó que mi matrimonio se tambaleara y, ahora, me arrepiento tanto. Supongo que el karma me la tenía jurada desde hace tiempo y por eso estoy en una especie de mundo del que no puedo salir. Aquella mujer nos hizo sufrir y yo fui un idiota por caer en sus redes. Hoy siento un gran odio por esa mujer y ansío, por encima de todo, que algún día mi mujer me perdone por el daño que le hice. Y ahora me gustaría salir de aquí, pero como siempre, sólo saldré cuando termine este día y otro recuerdo aparezca en mi mente.
miércoles, 2 de abril de 2014
La voz
Hoy, las nubes están blancas y, cae una llovizna suave. Es extraño porque nunca las había visto así. Parece, incluso, que va a dejar de llover. Esto hace que mi corazón empiece a latir con fuerza, como cuando ves a esa persona. Me he acostumbrado tanto a este clima, que ya no recordaba ni lo que se sentía tener sangre en las venas.
¿Es posible? ¿Acaba de dejar de llover? ¡No lo puedo creer! Un rayo de sol ha salido entre las nubes y un precioso arco iris ha aparecido tímidamente ante mis ojos. Es... magnífico. Me resbala una lágrima por la cara y, antes de que me la limpie con el dorso de la mano, noto que alguien me acaricia y me la limpia. Pero no es posible, porque estoy completamente solo. ¿Me estaré volviendo loco?
Necesito salir de aquí. Abro la puerta que, curiosamente, está abierta. Es extraño porque, durante todo este tiempo ha permanecido cerrada con llave y nunca he podido salir. No sé si se trata de una trampa pero, después de tanto tiempo encerrado, no quiero seguir estando en esta habitación.
Lo primero que veo al salir, es una luz blanca e intensa que me hace cerrar los ojos. Cuando los vuelvo a abrir, me encuentro en el salón de mi casa. Está todo igual que lo recordaba, excepto por una cosa, no hay nadie más que yo. Llamo a mis hijos, pero no me responden. Llamo a mi mujer, pero tampoco lo hace. Empiezo a angustiarme. ¿De verdad estoy solo?
Me acerco a la chimenea y miro las fotos de mi familia. Estábamos todos tan felices... No entiendo qué ha pasado, porqué estoy tan solo. De repente, oigo una voz, una voz femenina. Me resulta familiar. Parece que viene de fuera. Tengo que salir de aquí, si hay alguien ahí fuera, necesito que me cuente qué está pasando.
Salgo a la calle, pero no hay nadie. Mmm, que agradable sensación notar el sol en la piel. Me quedo unos minutos disfrutando de este momento, hasta que la voz femenina vuelve a sacarme de mi letargo.
-Quédate conmigo.
-¿Quién eres?- Pregunto, pero no obtengo respuesta alguna.
Me dirijo hacia el parque que tengo delante. Se parece mucho al que hay en frente del colegio de mis hijos, pero no hay niños jugando, ni padres hablando, ni ruido, ni nada, sólo yo. Toco las cadenas de los columpios, me acerco a los bancos y miro a mi alrededor. El mundo ha canviado.
-Quédate conmigo.
-Pero, ¿dónde estás?- Grito pero, de nuevo, silencio.
Sigo buscando, pero no la encuentro. No me voy a dar por vencido. Si ella puede hablarme y verme, yo debería poder encontrarla. Y sé que la encontraré.
viernes, 28 de marzo de 2014
20 años ya (PV)
miércoles, 5 de marzo de 2014
Mañana entretenida (PV)
Después, hemos ido a la cafetería a desayunar algo, para hacer tiempo. Nos hemos tomado unos cafés con leche, mi padre se ha comido un cruasán y yo un donut de azúcar. Mi donut estaba más seco que la mojama y los cafés con leche ardían cosa mala. Creo que la camarera estaba hasta el... moño de servir a tanta gente. Y yo pensaba "la suerte que tienes tú de tener trabajo, con la de millones de parados que hay ahora mismo", pero, claro, la entiendo, yo también he trabajado de cara el público y hay que aguantar mucho, muchísimo. También debe cobrar una miseria por la cantidad de horas que debe echar allí cada día. En fin, que al final, hasta me ha dado lástima.
Luego, hemos ido a la primera planta, donde tenía que ir mi padre. Había muchísima gente allí esperando, alguno ha confesado llevar una hora sin que le llamaran. Así que, he mirado el reloj, he visto que aún faltaba bastante hasta que le tocara y me he puesto a indagar en mi nuevo movil. Al cabo de unos diez minutos, ha pasado una enfermera pidiendo voluntarios para donar sangre. Curiosamente, en la cafetería, le había comentado a mi padre que siempre había tenido en mente lo de dar sangre, por eso de que hay muy poca de mi grupo sanguíneo y Rh. Así que, cuando le he dicho a la enfermera que quería ir, se ha puesto muy contenta, a pesar de ser la única que se ha ofrecido.
Como era la primera vez que donaba, me han hecho rellenar un formulario con unas cuantas preguntas, lo típico, si he tenido contacto con drogas inyectables, si he tenido hepatitis o enfermedades del hígado, si he tenido o tengo anemia, etc. Como soy una chica muy sana, que ni fumo, ni bebo, ni na de na de na, he puesto a la mayoría de las preguntas que no. Luego he pasado a una salita donde han cogido todos mis datos y los han introducido en el ordenador, mientras me tomaban la tensión que, por cierto, estaba perfecta. Incluso el chico que introducía mis datos en el ordenador, se ha tomado la licencia de piropearme y todo. Viendo que me he puesto como un tomate, porque soy bastante timidilla para estas cosas, se ha callado y no ha dicho nada más, pero no veas lo que me miraba... En cuanto hemos terminado con todo el papeleo, he pasado a la sala donde te sacan la sangre, con unas camillas muy molonas, de esas reclinables de pies y espalda (yo me pido una para las próximas navidades). Había dos enfermeras, una más jovencita y otra un poco más mayor que yo, muy majas las dos. La más jovencita, nada más entrar, me ha preguntado si llevaba el perfume de J'Adore. Me ha sorprendido que lo reconociera, hasta he llegado a pensar que llevo demasiado perfume, pero me lo ha dicho de una manera que parecía que no le importara que oliera demasiado. Después, me han explicado como funcionaba el tema y me han hecho unas pocas preguntas más. Cuando me iban a buscar las venas en los dos brazos, les he explicado que son un poco tímidas y les cuesta salir, se han reído con el comentario y pronto se han dado cuenta que no mentía aunque, parece que la del brazo derecho ha perdido un poco la vergüenza y se ha dignado a aparecer. En el momento que me iban a clavar la aguja, la jovencita me ha dicho que me girara para que no viera como lo hacía pero yo, que he visto un montón de películas sangrientas desde pequeñita, gracias a uno de mis hermanos, he mirado hasta el final. Me han dejado un quita-estrés de esos, para que no se me durmiera el brazo y fuera saliendo la sangre con fluidez. En total, me han sacado medio litro de sangre. Luego me han dado un zumo y me han ofrecido galletas y más cosas, pero como no tenía hambre, sólo me he bebido el zumo y me he llevado una botella de agua. En total, he debido tardar unos 20 minutos, aproximadamente.
Cuando subo otra vez a la primera planta, mis padres aún no habían entrado en la consulta. Entre tanto, he conversado con ellos, he observado a la gente que pasaba por allí y, ¡oh, sorpresa! ha pasado por delante nuestro un hobbit. Está muy mal que lo diga, pero era una mujer tan bajita que me ha recordado a estos seres mitológicos del sr. Tolkien. No he podido reprimirme y en voz muy bajita se lo he dicho a mi padre, que se ha puesto a reir. Después lo llamaron, le hicieron una prueba, ha tenido que volver a esperar a que le llamara el médico (como una hora esperando) y después, a casita.
La verdad es que tenía ganas de volver porque ya era casi medio día, tenía hambre y estaba un poco mareada por el medio litro de sangre que me han sacado. Así que el plataco de macarrones que me ha puesto mi madre, me lo he zampado de una sentada y casi sin respirar, hasta he repetido con los pocos que se ha dejado en el plato mi padre y ya es raro que yo haga eso.
Ahora estoy tranquilita, escuchando música relajante, bebiendo agua y escribiendo esta entrada que, espero os guste. Y recordad, si donais sangre, donais vida.
Un saludo a tod@s mis lector@s ;)
sábado, 1 de marzo de 2014
Fin de semana
-Que no vuelva a suceder más.
Victor, nada más verme entrar por la puerta, sabía que me había ido muy mal el día. Me senté a su lado, me abrazó y, acariciándome el pelo, me preguntó qué había pasado. Me escuchó muy atentamente y me consoló. Después me preparó la cena y, mientras cenábamos, me dijo:
-Este fin de semana voy a hacer que te olvides de los problemas del trabajo. Voy a reservar una habitación en algún hotel rural. Hace mucho que no salimos y nos lo merecemos.
Con esas palabras consiguió animarme. Pasé el resto de la semana pensando en lo que haría el fin de semana y conseguí estar de mejor humor. La verdad es que estoy muy quemada con este trabajo pero, con la crisis, no me puedo quejar.
Por suerte, los viernes salimos a las tres de la tarde así que, en cuanto llegué a casa, me puse a preparar las maletas.
-Nena, mete también los bañadores, que el hotel tiene Spa.-Me dijo Victor. Mmm, sólo de pensar que estaríamos en remojo, iríamos a las saunas y nos harían masajes... ¡Ya tenía ganas de llegar!
-¡Qué bien, cariño! Piensas en todo. Por cierto, ¿dónde vamos a ir?
-A Ribes de Freser, al Hotel-Spa Resguard dels Vents.-Me lo quedé mirando con los ojos como platos y le contesté:
-Cariño, ese hotel es carísimo, no nos lo podemos permitir.
-Sí podemos, Eva. Además, ya te dije que este mes mi jefe me ha pagado las horas extras atrasadas, que me debía y...
-Ya, pero ese dinero lo íbamos a guardar para...-Me corta en seco y continúa diciendo:
-...Para relajarnos en ese hotel fantástico. Nena, nos lo merecemos, llevamos varios meses puteados en nuestros trabajos y, además, una vez al año no hace daño.-Le miré y no pude reprimir una sonrisa. Sabía que tenía razón.
Nos levantamos temprano y llegamos en un par de horas, aproximadamente. Hacía un tiempo primaveral estupendo. Dejamos las cosas en el hotel y decidimos ir a pasear por el pueblo. Almorzamos en un bar, charlamos con los lugareños y nos hicimos fotos.
Después de comer, decidimos ir al Spa. Victor había contratado un masaje de hora y media para cada uno. Estábamos en salas distintas, para poder relajarnos mejor, aunque a mi me tocó un chico masajista muy guapo. Me instó para que me tumbara en la camilla boca abajo y yo le obedecí, mirándole de reojo tímidamente. Comenzó a masajear mi espalda, con sus manos grandes y fuertes. Me preguntó en varias ocasiones si me gustaba la presión que ejercía y, en todas las ocasiones le decía que sí, en forma de jadeo involuntario. Después pasó a masajear mis piernas y, cada vez que se acercaba a mi ingle por la cara interna, notaba como se lubricaba mi vagina. Cuando terminó, me pidió que me diera la vuelta y volví a obedecer. Empezó con un brazo, luego con el otro y, después, empezó a masajear mis pechos. Dudé que eso estuviera permitido, pero me dejé hacer porque me gustaba que lo hiciera. Me bajó los tirantes del bañador y me lo bajó hasta la cintura. Se puso a un lado de la camilla y siguió masajeándolos. Comencé a gemir sin poder evitarlo. Estaba tan excitada que empecé a mover mis caderas pidiendo más. Él sabía lo que quería y, mientras que con una mano tiraba de mis pezones, con la otra empezó a acariciar mi clítoris, abultado. Se notaba que tenía manos expertas. Faltaba poco para llegar al éxtasis, así que introdujo dos dedos dentro de mi vagina bien lubricada y con el pulgar siguió tocando el "botón del amor". Al poco, llegó el orgasmo más relajante de mi vida. Luego pensé en Victor y me sentí fatal. El masajista me lo notó en la cara y me dijo:
-No te preocupes por lo que acaba de pasar. Tu marido me pagó una buena propina para que te hiciera esto.-Me quedé estupefacta y, entonces, me acordé que él también había contratado un masaje. ¿Le harían a él también lo mismo? Como si me estuviera leyendo el pensamiento, me dijo: -Sí, a él también le han hecho un servicio especial.
Al principio, sentí rabia pero, luego, pensé que era justo. Así que sin pensarlo mucho, le dije:
-Oye, ¿por qué no os pasais esta noche, tu compañera y tú, por nuestra habitación? -Le guiñé un ojo y sonreí muy picarona.
-Se lo comentaré a mi compañera, aunque creo que aceptará encantada.
Antes de salir de la sala, le dije en qué habitación estábamos y acordamos una hora para quedar. Nos despedimos y, al salir, me encontré a Victor con una sonrisa de oreja a oreja. Me preguntó qué me habia parecido el masaje y le expliqué, con todo detalle, todo lo que me había hecho y le expliqué lo que iba a suceder esa noche en nuestra habitación. A Victor le gustó tanto la idea que, sólo de pensarlo, se le puso dura. Tuvimos que irnos del Spa, poniéndome delante de él, para taparle su prominente erección.
Cenamos pronto y, en cuanto terminamos, nos fuimos a nuestra habitación. Abrimos una botella de champán y la dejamos en la cubitera. Al poco rato llegaron los dos. Nos saludamos, charlamos un rato mientras nos bebíamos el champán y, poco a poco, el ambiente fue caldeándose cada vez más. Mi marido no dejaba de mirar el escote de Laia, la masajista. Me acerqué a ella, olía a aceite de rosas y Ylang-Ylang. Le besé el cuello lentamente y, de vez en cuando, se lo lamía. Mientras las dos nos acariciábamos y besábamos, Oriol se unió a nuestra fiesta. Mi marido se quedó, sentado en una de las sillas, como espectador. Nos desnudamos los unos a los otros y, entonces, Laia me tumbó en la cama. Lamió todo mi cuerpo, empezando por mi cuello, descendiendo hacia mis pezones, para morderlos, pellizcarlos, succionarlos y lamerlos de nuevo. Volvió a descender, lamió con mucha sensualidad mi ombligo y bajó hacia mi abultadísimo clítoris. Se detuvo allí, para darme mayor placer y, mientras ella hacía todo esto, Oriol inundaba mi boca con su lengua y tironeaba de mis pezones. Entonces Victor, agarró la cadera de la chica, le palpó sus genitales y comprobó lo húmeda que estaba. Se puso un condón y la penetró. Ambas jadeábamos, casi al mismo tiempo. Mi masajista me levantó los brazos, se puso encima mío, apoyó mis brazos en sus piernas y me incorporó lo suficiente para follárme la boca. Primero vino mi orgasmo, después Oriol se corrió en mi boca y Laia y mi
marido se corrieron a la vez. Me levanté para escupir el semen y, cuando volví, los dos masajistas estaban practicando la postura de la balanza. Mi marido, viendo semejante espectáculo, estaba más que recuperado y con su polla crecida en su mano. Me acerqué a él y le dije:
-Vamos a hacerles la competencia.
Él rió. Me levantó a la altura de su cintura y empezamos a follar. Victor es fuerte y aguantó en esa postura, estoicamente. Laia y yo compenetramos nuestras respiraciones y casi llegamos a corrernos a la vez. Sin embargo, los chicos tuvieron que continuar unos segundos más.
Todos necesitamos descansar un poco, así que nos sentamos y hablamos animadamente. Media hora más tarde, me acerqué a Oriol y le estimulé como él había hecho esa tarde conmigo. Empezó a crecer fácilmente en mi mano, le tumbé, le puse un condón y le monté como si de un caballo se tratara. La masajista, por su parte, le hizo una felación a mi marido. Ellos gemían con fuerza, aunque nosotras no nos quedábamos cortas. Victor se corrió en la boca de Laia y yo seguí cabalgando sobre mi masajista durante un buen rato más. Ella seguía muy cachonda y se masturbaba mientras nos miraba. Oriol estaba que ya no aguantaba más. Me puse a cuatro patas y volvió a penetrarme con embestidas rápidas. Con esa postura me corrí fácilmente y él se corrió a la vez que yo.
Oriol y Laia, se vistieron y se despidieron. Nosotros nos tumbamos y nos dormimos. A la mañana siguiente, sacamos las cosas de la habitación y las metimos en el coche. Después desayunamos, hicimos una excursión y por la tarde volvimos a casa.
La verdad es que, ese fin de semana, conseguí olvidarme de cualquier problema que hubiese tenido la semana anterior y, Victor y yo, afianzamos aún más nuestra relación.
viernes, 28 de febrero de 2014
Premio Dardos (PV)
¿Qué es el Premio Dardos?
El origen del premio es aún desconocido, sin embargo se han rastreado las primeras menciones en Portugal y Brasil. El premio es otorgado en reconocimiento a valores personales, culturales, éticos y literarios que son transmitidos de una forma creativa y original mediante la escritura. La insignia fue creada con el afán de promover la hermandad entre bloggers, mostrar cariño y gratitud por añadir valor a nuestra querida blogosfera.
Normas para recibir el premio Dardos:
1.Incluir foto del premio.
2. Mencionar y linkear al blog que te otorga el premio.
3. Entregar el galardón a 15 blogs, merecedores de vuestro reconocimiento.
Me han entregado este premio y me siento muy agradecida. No esperaba, para nada, recibir este premio, para mí ha sido una sorpresa, totalmente. Te agradezco a ti, María Isabel Romero Pérez, que me hayas nominado en tu blog Mi vida en una libreta y que me hayas tenido en cuenta para estos premios. De verdad, muchas gracias.
Me disculpo también, porque esta semana os prometí escribir unos relatos que tenía en mente. No os preocupeis, en breve los escribiré. Esta semana ha sido un poco rara para mi y pensaba que tendría más tiempo para escribirlos y, al final, no he podido. Os prometo que pronto los podreis leer.
Y, ahora, mis 15 nominados a este premio son:
1- Las aventuras de pratelly
Gemma PM
2- El blog de Rosita
Rosa García
3- La vida es bella
Angels Cid
4- Los crímenes del ajedrez
David J. Skinner
5- Good Morning Art Worl
Lola Kabuki
6- Un momento de lectura
Tony A Fabeiro
7- Mi dominio indecente
Julian Pulido
8- Cosas que pasan
Noe Casado
9- Historias
Anele Callas
10- Marta de Diego
Marta de Diego
11- Alex García: Todo un universo de pasión
Alex García
12- Laura Nuño: pequeños desvarios
Laura Nuño
13- Regálame Romántica
Yolandagq, Laura Morales, Helen CRogue, Sheila Pérez
14- D. W. Nichols/Alaine Scott
D.W. Nichols
15- ReducCión a lo aBsuRdo
mileg_
¡¡Enhorabuena a tod@s!! Nos seguimos leyendo.
Hasta pronto.
martes, 25 de febrero de 2014
Vestuario y libros de Alina
Camiseta "I love the way you smile at me",
Jeans
Cárdigan
Shemagh
Zapatos Marco Tozzi
Bolso
También hablo del Mercado de los Encantes (Mercat del Encants) de Barcelona. Está situado cerca de la Plaza de las Glorias y es uno de los mercadillos más antiguos de Europa. Desde el siglo XIV, es ejemplo del dinamismo comercial de Barcelona. Os dejo el enlace de su página aquí , aunque os advierto que se os abrirá en catalán, pero no os preocupeis porque en la parte de arriba, a la derecha, podeis cambiar el idioma a español o inglés.
Dos libros aparecen en este relato romántico, uno es el famosísimo El Hobbit y el otro es Una voz en la niebla. Los dos libros son muy diferentes entre sí, uno es de fantasía como ya sabeis y el otro es novela negra. Tengo que decir, que el primero no he logrado nunca terminarlo, pero antes de que termine el año, prometo que me lo leeré entero. El segundo, me lo recomendó una amiga, a la que hace mucho que no veo, y me encantó, es de esos libros que te mantiene completamente enganchada y te eriza la piel.
Y esto es todo, por el momento. Por cierto, estad atentos porque durante esta semana iré escribiendo nuevos relatos que, espero, os gustarán. Un saludo a tod@s ;)
Entre libros
Había quedado con una amiga para desayunar y, después, ir a dar una vuelta por el Mercado de los Encantes. Le encantaba ir a ese mercado, de hecho, todo su piso estaba decorado con cosas que había comprado allí y, se había convertido en una habitual entre los vendedores.
Después de comprar varios discos de vinilo y un espejo de pie antiguo y dejarlos en casa, se fueron a comer a un restaurante en el centro de la ciudad. Al terminar, la amiga de Alina tenía que ir a trabajar, así que se despidieron con un abrazo y se prometieron que se llamarían para quedar el sábado por la noche.
A Alina le gustaba pasear sola por la ciudad y observar a la gente. Se sentó en un banco de la Plaza Cataluña para darles de comer a las palomas aunque, éstas ya estaban suficientemente distraídas con los extranjeros que pasaban por allí. Al cabo de un rato, se levantó para mirar las tiendas del Paseo de Gracia. Entró en varias, pero no llegó a comprar nada. Se paró a admirar la conocida fachada de La Casa Batlló, en la que siempre había gente haciendo fotos. Cruzó la calle y se dirigió a La Casa del Libro. Le encantaba pasar horas allí dentro, leyendo las contra portadas de los libros.
Estaba absorta mirando varios libros de Tolkien, cuando Pol, uno de los muchos trabajadores de allí, la sorprendió diciéndole:
-Si te gusta Tolkien, hay varias ediciones especiales que seguro te gustarán. Ven, te llevaré a verlas.
La cogió de la mano y la llevó hasta la sección donde se encontraban todas las ediciones especiales. A Alina le sorprendió aquel gesto, pero no se soltó hasta que él lo hizo. En cuanto se dio cuenta de lo que había hecho, Pol se puso muy colorado y le pidió perdón. Ella le sonrió tímidamente y le dijo:
-Tranquilo, no pasa nada.
Él sonrió también, pero se sentía nervioso y tremendamente torpe con la presencia de aquella chica. Nunca le había pasado nada igual.
Al final, se decidió por el libro que él le había recomendado, le dio las gracias y se fue. Pol se la quedó mirando hasta que salió por la puerta de la tienda. Pensó que aquella chica era la más bonita que había pasado por allí en mucho tiempo y siguió trabajando pensando si la volvería a ver otra vez.
En cuanto llegó a casa, sacó el libro para envolverlo. El cumpleaños de su hermano era ese fin de semana y pensó que le gustaría tener entre sus manos, la edición especial de El Hobbit con ilustraciones de Alan Lee. Su hermano no era ningún niño ya, pero le encantaba el mundo y la fantasía de Tolkien.
Se dio cuenta de lo cansada que estaba y, se cambió para ponerse el pijama, se desmaquilló, se cepilló la melena y los dientes y se tumbó en la cama. Antes de quedarse dormida, se acordó de aquel chico guapo de la librería, que la había cogido de la mano. Pensó en lo bien que le sentaba aquella barba de dos días y en su pelo negro ondulado. Se acordó de su mirada tierna de ojos marrones y en sus bonitos labios. Se dijo que iría a verlo de nuevo la semana siguiente y se durmió.
Lo que restaba de la semana había sido agotador, no paraba de acumulársele el trabajo y todo porque no dejaba de pensar en él. ¿Como era posible que, pasar tan sólo unos minutos con aquel chico, le hubiese dejado tanta huella? No lo sabía y, lo único que quería era desconectar y pasarlo bien en la fiesta de cumpleaños de su hermano.
Cenaron en su casa, junto con unos amigos que tenían en común. A Carlos le encantó el regalo de su hermana, llegándosele a caer unas lágrimas por la emoción. Se hicieron fotos, rieron juntos, tomaron champán y después fueron a un pub a tomar algo.
Al día siguiente, Alina estaba tan cansada que decidió quedarse en casa y hacer una cura de sueño. Sabía que esa semana sería muy dura y su jefa estaría pendiente de ella todo el tiempo.
Cuando quiso darse cuenta ya era, de nuevo, miércoles. Volvió a su rutina miércolera. Desayuno, mercadillo y comida con Sara, su mejor amiga. Y a esa lista añadió ir a La Casa del Libro.
-Disculpe, ¿podría ayudarme?-Le dijo una voz femenina que le resultaba familiar. Pol se giró y la vio allí plantada con una sonrisa. Él sonrió también y le contestó:
-Sí, por supuesto, ¿cómo podría hacerlo?-Le guiñó un ojo en un gesto cómplice y añadió: -Por cierto, ¿qué tal el libro?¿te gustó?
-¡Oh! El libro no era para mí, fue un regalo para mi hermano y sí, le encantó.-Ladeó un poco la cabeza y le preguntó: -¿Me recomendarías algún libro para mi?
-Por supuesto, ¿te gusta la novela negra?-Ella asintió con la cabeza, entusiasmada.-Pues ven conmigo.-Volvió a cogerla de la mano y la llevó hasta la sección donde se encontraba el libro.-Toma, llévate éste y ya me contarás qué te ha parecido.-Le tendió el libro y ella lo cogió rozando sus dedos, sintiendo una pequeña descarga eléctrica. Miró la tapa y leyó en voz alta:
-Una voz en la niebla, el título suena un poco inquietante, me gusta.-Volvió a sonreírle y, esta vez, antes de irse, cogió una libreta del bolso y un bolígrafo. En ella anotó algo que Pol no distinguió a ver, hasta que le pasó el papel. Era su número de móvil.-Toma, guárdalo y así seguimos hablando y, si algún día te apetece quedar para tomar algo, pues ya sabes. Por cierto, me llamo Alina, ¿y tú?
Él se había quedado perplejo, aquello lo había pillado desprevenido y, tartamudeando, le contestó:
-Pol, me llamo Pol.
-Encantada de conocerte Pol.-Le plantó dos besos en la cara, se despidió de él, pagó el libro y se marchó.
Aquella tarde, él pensó que le había dado algo con lo que soñar durante la noche y se prometió que en cuanto terminara su turno, le escribiría un whatsapp.
sábado, 22 de febrero de 2014
Sociedad maldita (PV)
Una jefa que tuve hace tiempo, me dijo un día: "Si te escogí a ti para este trabajo, es porque eres guapa". Me indignó que me dijeran aquello, sinceramente. Entonces pensé que no vale la pena esforzarse en desempeñar tus funciones porque, total, eres guapa, que más da cómo realices tu trabajo, ¿no?.
Luego están las personas tóxicas. Aquellas que te hacen creer que tienes mil defectos y te hacen sentir como una mierda. Esas personas que te miran de arriba a abajo para soltarte algún comentario despectivo, para hacerte daño a ti y sentirse de maravilla ellas. Porque sobre todo son las mujeres las que hacen esto. Y no, no es un comentario machista, en absoluto, lo digo porque yo también lo he vivido en mis carnes.
El caso es que si eres demasiado alta, te critican. Si eres demasiado bajita, te critican. Si un lunes llevas los labios rojos, te critican. Si no te maquillas, te critican. Si tienes los pechos grandes, te critican. Si los tienes pequeños, te critican. Si tienes los dientes torcidos, te critican. Si los tienes perfectos, te critican. En fin, seas como seas y hagas lo que hagas, serás criticado, no importa lo mucho que te esfuerces por gustar a los demás.
Y esa es otra, ¿por qué debemos gustar a los demás? Es algo que por mucho que pase el tiempo nunca llegaré a entender. Sería mucho más fácil dejar de gustar a los demás, para empezar a gustarnos nosotros mismos, con nuestras virtudes y, sobre todo, con nuestros defectos.
Marilyn Monroe, era una mujer bella, por dentro y por fuera. No era tonta, como algunos se pensaban. Tenía sus inseguridades y sus miedos, pero sabía la influencia que tenía sobre los demás. No era una mujer delgada, pero a los hombres les gustaba, porque ella se aceptaba tal cual era y eso los volvía locos. Era sensual, atractiva, inteligente e interesante. Un icono en una época difícil. Hoy día, con la mentalidad que tenemos, la gente pensaría que Marilyn está gorda y no la aceptarían en ningún papel como protagonista en las películas de Hollywood. Y sería una lástima que eso ocurriera.
Es cierto que en Hollywood hay cada vez menos actrices anoréxicas. Hubo una época, que parecía que compitiesen por ver quién estaba más delgada, hasta el punto de ver a una Keira Knightley extremadamente delgada o una Angelina Jolie esquelética. Aún así, he llegado a oir comentarios masculinos del tipo "pues está buena la tía". No sé donde ven la belleza en un ser esquelético, la verdad.
Por suerte, parece que la mentalidad masculina, vuelve a preferir a esas mujeres que no están demasiado delgadas. De hecho, recuerdo que cuando llevé los brackets, llegué a adelgazar muchísimo. Nunca había estado tan delgada como en esa época. Tenía hambre, pero el dolor que me provocaba al masticar, hacía que comiera poquito, por eso adelgacé tanto. El caso es que en esa época, pensaba que por estar así, los hombres me mirarían más. Claro que lo hacían, pero no era porque les gustara lo que veían, sinó más bien lo hacían preguntándose si era anoréxica o no. Un año después de quitármelos, ya estaba completamente recuperada y llegué a mi peso normal. Los hombres me miran de una forma muy diferente, unos con deseo y otros alegrándose la vista. Y eso, que no me tengo por un bellezón, pero me acepto tal cual soy y eso los hombres lo deben notar. Aunque me da igual lo que piensen de mí. Que como decía Luis de Góngora:
lunes, 17 de febrero de 2014
¡Música maestro! (PV)
Hay momentos, en los que me apetece escuchar música más tranquila, otras escucho ritmos electrónicos y en otras, melodías sensuales. No importa el estilo de música que sea. Me hace sentir bien y, sin ella, no podría vivir. O probablemente sí, pero prefiero tenerla en mi vida, porque ella me entiende. Sabe animarme en mis momentos bajos. Me relaja cuando no puedo dormir. Empatizo con las más tristes. Pero sobre todo, me produce una sensación de bienestar, como pocas cosas consiguen hacerme sentir así.
Me ha ayudado a superar momentos difíciles en mi vida. Tiene ese poder. Hace que me teletransporte a un lugar que no existe. Consigue, totalmente, que me evada de la realidad. Y por eso es que la necesito. Para mi es vida. Es como el oxígeno que respiro o la sangre que corre por mis venas.
Quien la siente como yo, lo entenderá. Es una pasión, un amor, una locura, una amistad, un abrazo, una sensación, una traición, un momento, un dolor, un diamante, un hombre, una mujer, un tiempo, un nuevo yo... En fin, es todo lo que vivimos día a día.
Es lo más maravilloso que el ser humano ha creado jamás. Es arte a golpe de ritmo. Te puede gustar o no, pero no deja indiferente a nadie.
Matthew Bellamy, el cantante, entre otras cosas, del grupo Muse, dijo un día:
"La música es sinónimo de libertad, de tocar lo que quieras, siempre que sea bueno y tenga pasión, que la música sea el alimento del amor."
viernes, 14 de febrero de 2014
Amor (PV)
Para unos, es el mejor sentimiento del mundo; para otros, es sinónimo de sufrimiento. En ocasiones, nos hace sentir mariposas en el estómago; en otras, nos late el corazón a un ritmo frenético.
El amor, dicen, está en el aire que respiramos. Yo creo que el aire que respiramos, más bien, está cargado de oxígeno, agentes contaminantes y otras partículas que nos hacen tener alergías de diferentes tipos.
Hay quien siente amor por su pareja. Los hay que sienten amor por sus amantes, mal asunto éste. Otros sienten amor por sus hijos. Todos sentimos amor por nuestros familiares. También hay quien siente amor por sus objetos.
El caso es, que hoy es el tema favorito de muchos, sobre todo de los que están enamorados. Porque hoy es San Valentín. Y, aunque todos se imaginan al típico querubín con alas, ricitos dorados enfundado con un arco y flechas, la verdad es que San Valentín, fue un sacerdote que celebraba en secreto matrimonios para jóvenes enamorados, de ahí se ha popularizado que San Valentín sea el patrón de los enamorados. Este día se celebra en su honor, porque este sacerdote murió el 14 de febrero de 270. Si quereis saber algo más sobre él, os dejo el enlace de la wikipedia aquí.
En España esta fiesta se empezó a celebrar a mediados del siglo XX, con el motivo de incentivar la compra de regalos. A menudo se dice que esta fiesta la introdujo la cadena de grandes almacenes Galerías Preciados.
Yo no celebro San Valentín, no porque no tenga novio, simplemente porque creo que si quieres a alguien, no hace falta regalarle algo o mostrarle más amor justo el día que se llama el día de los enamorados; creo que todos los días hay que demostrar ese amor que sientes por esa o esas personas y, lo de regalar algo... bueno, a mi me hace más ilusión regalar algo un día cualquiera, cuando la otra persona no se lo espera. La cara de sorpresa es mucho más gratificante, que no cuando "toca" regalar el día señalado.
Digamos que el amor, se ha convertido en algo superficial. Ya nadie escribe cartas de amor, como lo hacían nuestros abuelos. Nadie regala una foto con una dedicatoria de amor. Ahora, las cartas se han convertido en escuetos mensajes de Whatsapp, una dedicatoria cutre en Facebook, ciento cuarenta carácteres en Twitter y, en definitiva, demostramos cuanto nos queremos a través de las redes sociales, para que todo el mundo sepa cuanto queremos a nuestras personas, pero ¿saben nuestras personas, realmente, cuanto las queremos? Si has respondido sí y eres sincero, enhorabuena. Si has respondido sí, pero no eres sincero, ¿cuánto tiempo hace que no les dices a tus seres queridos que les quieres? y ¿cuánto tiempo hace que no les demuestras a tus seres queridos que les quieres?.
En la época de mis padres (y hablo de ellos porque ya son abuelos desde hace mucho), se escribían cartas de amor, sobre todo, cuando ellos hacían el servicio militar. Les enviaban fotos, con dedicatorias, como la que mi padre le escribió a mi madre en esta foto:
¿No me digais que no es romántico? Y es que ahora, todo esto parece que se haya quedado obsoleto... ¡Qué lástima! A mi me hacen algo parecido y me derrito. No como ahora, que se te acercan y te dicen "Hola guapa, ¿cómo te llamas?". Hijo, ¿no tienes imaginación o qué? A ver, no digo que se pongan a regalarnos las orejas, porque eso lo hacen los que sólo quieren echar un polvo y para eso, no hace falta que nos regalen los oídos, pero de vez en cuando, un detalle o un piropo bonito nos gusta mucho más.
martes, 11 de febrero de 2014
Música en una boda
lunes, 10 de febrero de 2014
El día de mi boda
El día de mi boda, como toda novia, estaba muy nerviosa. Fuí muy temprano a la peluquería, para que me atendieran la primera. Tengo que decir que mi peluquera tiene una paciencia increíble. Me ofreció una tila, que acepté encantada, y le dijo a mi madre que se pasara al cabo de tres cuartos de hora, que fue exactamente lo que tardó en hacerme el recogido. Se lo agradecí enormemente, porque mi madre es de esas personas que te pone de los nervios, sabiendo que estás nerviosa. Cuando la peluquera terminó de peinarme, la esteticista comenzó a maquillarme. Al terminar, me miré en el espejo y me vi radiante. El conjunto del recogido y el maquillaje realzaron mis facciones y mi piel.
Después volví a casa y dejé a mi madre y a toda la cuadrilla que iba con ella, en la peluquería. En casa me esperaba mi hermana, para ayudarme con el vestido y los accesorios. Lo tenía todo colocado por orden: el conjunto de ropa interior blanco y de encaje, las medias, la liga, el vestido de novia, los zapatos, los pendientes, la pulsera y, por último, el velo. Me ayudó con todo. La pobre vió que, a pesar de haberme tomado una tila en la pelu, me temblaba el pulso por los nervios.
Cuando quise darme cuenta, los fotógrafos ya habían empezado con el reportaje. Sinceramente, ese día me sentí como una superstar de esas que salen en la tele. Cuando terminamos, nos fuimos hacia el lugar donde Victor y yo decidimos celebrarlo. El sitio era muy bonito, es una finca que alquilan a la gente para hacer eventos y, está en un pueblecito de la costa de El Maresme, en Barcelona. Se llama Torre del Pi, tiene una
pequeña ermita y un salón donde se celebran caterings. Tiene parquing privado y una extensión considerablemente grande de cesped. Y las vistas desde allí, son impresionantes; se puede ver Barcelona a lo lejos y toda la línea de costa desde la ciudad, hasta Mataró.
Cuando llegué a la puerta de la hermita, ya estaba todo el mundo colocado en su sitio y, Victor me miró y se quedó impresionado, luego me dedicó una gran sonrisa. Estaba guapísimo, con su pelo rebelde repeinado, su traje color negro, su camisa blanca y su corbata gris plata. Me fijé que se había puesto una rosa blanca pequeñita en el ojal de la chaqueta. Pensé que eso había sido obra de su madre, ya que él me había dicho que no se la pondría.
Llegó el momento del "Sí, quiero" tan esperado. Después hubo un aluvión de fotos con todos los invitados. A algunos ni los conocía. Llegué a pensar que habían auto-invitados, pero mi madre me aseguró que no era así y se empeñó en decirme quien era quien. Sí, una joyita mi madre. Después de las fotos con los invitados, pasamos a hacernos las artísticas, en las que lo pasamos muy bien, porque nos hacían posar de mil maneras diferentes y yo no podía parar de reir. Eso sí, el fotógrafo se puso las botas haciéndome fotos, parecía que se había enamorado de mi.
Cuando entramos al salón, quisimos dar una sorpresa a la gente y, cuando entré yo en primer lugar, pusieron de fondo la canción Cartita de Amor, de Niña Pastori. Victor se quedó en la entrada, y yo me puse a cantar en playback, pasando por todas las mesas e interpretándola muy graciosamente. Cuando acabé, fue el turno de Victor. Él escogió el tema Quiero Morir en tu Veneno de Alejandro Sanz, pero a mi también me dió una sorpresa porque, a diferencia de mi, él la cantó sin playback, con lo tímido que es para esas cosas. Me dió por llorar, pero de felicidad. Todo el mundo se quedó alucinado, nadie le había escuchado cantar y, la verdad, tiene una voz impresionante. Cuando terminó, me agarró de la cintura, me echó hacia atrás y me dió un beso de película. No podía creer lo feliz que estaba en ese momento. Después de esos momentos tan emotivos, nos sirvieron el menú y, parecía que los invitados se lo estaban pasando bien.
Después del espectáculo de cortarle la corbata a Victor y quitarme la liga a mi, decidí que tenía que ir al baño, con urgencia. Mi madre y mi hermana me preguntaron si necesitaba ayuda, y yo les dije que no, que ya me las apañaría con el vestido. Fuí al baño y cuando terminé de hacer mis necesidades, me quité la braguita y la guardé en el bolsito. Cuando me senté al lado de mi marido, le susurré al oído que mirara lo que había guardado en el bolso. Lo abrió, puso los ojos como platos y me miró. Le guiñé un ojo y le sonreí con picardía. Justo en ese momento estaban sirviendo la tarta y, a los pocos minutos, empezó a sonar la canción Muy Dentro de Mí de Marc Anthony. Nos levantamos para bailar la canción y, mientras lo haciamos, me susurró al oído:
-Sé el lugar perfecto donde podríamos ir, sin que nadie nos moleste.
En cuanto terminó la canción y la gente se animó a bailar, nos escaqueamos disimuladamente. Ya fuera, Victor me cogió de la mano y se puso a correr. Le dije que esperara, que con los tacones no podía correr. Me los quité y me dejé llevar por él. Llegamos a la ermita y comprobó si la puerta estaba abierta o cerrada. Por suerte, estaba abierta. Entramos sin hacer ruido y Victor se sentó en uno de los bancos. Se desabrochó el pantalón y dejó salir su prominente erección. Me senté encima de él, con las piernas colgando entre el hueco del banco. Yo ya estaba muy húmeda, ansiosa por follar con el que era ya mi marido, así que cogí su polla y la coloqué en la abertura de mi vagina. Me fui sentando poco a poco, ya que quería disfrutar cada centímetro de su piel dentro de mi. Nos besamos, entrelazando nuestras lenguas en un baile lento que, poco a poco, iba aumentando de intensidad, al igual que mi cuerpo se mecía encima del suyo. Me agarré con las dos manos al banco y empecé a moverme con mayor rapidez. Victor estaba a punto del orgasmo, pero a mi aún me faltaba un poco. Decidí cambiar de posición. Por suerte, la falda de mi vestido no pesaba mucho y podía agarrarla sin que molestara demasiado. Me puse sentada de espaldas a él y volvimos a la carga. Mientras Victor me penetraba con empellones cada vez más rápidos, yo me acariciaba el clítoris. En pocos minutos conseguí correrme y poco después lo hizo él. Por aquella época tomaba la píldora anticonceptiva, así que no nos preocupábamos mucho por si me quedaba, o no, embarazada.
Al salir de la ermita, nos encontramos con mi hermana y un primo de Victor. Nos dijeron que nos estaban buscando aunque, en realidad, era una excusa, ya que durante toda la ceremonia y el banquete, no dejaron de mirarse. Luego nos reunimos con nuestros familiares y continuamos la fiesta dentro del recinto.
Después de quince años, me paro a pensar que, justo después de la ceremonia, no volvimos a ver al cura que ofició nuestra boda. Se lo comento a Victor y me dice:
-A lo mejor estaba escondido en alguna parte de la ermita y nos vió. Y, quien sabe, lo mismo hasta se hizo una paja viendo como follábamos.
Me lo quedo mirando flipando y comenzamos a reir a carcajada limpia.
sábado, 8 de febrero de 2014
Mi amiga (PV)
Me contaba que, cada mañana se lo encontraba en la puerta de su edificio esperando al que, por aquel entonces, era su jefe y vecino de mi amiga. Cuando bajaba las escaleras ya tenía el corazón desbocado y notaba el cosquilleo de las mariposas en su estómago. Pero cuando abría la puerta, lo único que salía de su boca era un triste "hola, buenos días" y nada más. Él le respondía de igual manera y la sonreía. Ella salía disparada hacia el instituto, pero antes de cruzar la calle, se giraba para ver si venía algún coche y, de paso, de reojo miraba si él se quedaba mirándola; en algunas ocasiones era así. También me contó, que un día le llegó a preguntar la hora, aunque ella sabía perfectamente qué hora era. Mientras me lo contaba, no paraba de reir y decir lo pava que llegaba a ser.
Me contaba que un día, su padre le pidió a su vecino que le arreglara la instalación eléctrica y de fontanería de la cocina. Ella estaba loca de alegría, porque sabía que él estaría también. El problema fue que, unas amigas que tenía por aquel entonces, la llamaron por teléfono para salir y mi amiga les dijo que no le apetecía. Claro, ella tenía en mente pasarse el día entero en casa, para poder estar cerca de él. Las amigas no dejaron de llamarla, hasta que al final se enfadó de tal manera que empezó a gritar por teléfono. Cuando colgó, se acordó que él estaba trabajando y se puso roja como un tomate, pensando que él lo había oído todo. Y es que me amiga, tiene muy mal carácter pero, luego, no es nadie.
Pasaron los años y se enteró que tenía novia. Se puso triste, pero nunca lloró porque siempre pensaba que, más tarde o más temprano, sería para ella. O al menos eso creía. También era consciente de que él sabía perfectamente, que ella estaba loquita por él.
Me contaba también, que un día se arregló mucho porque tenía que hacerse fotos para renovar el DNI y, al salir a la calle, se lo encontró de sopetón. No se lo esperaba, me decía, y se puso roja como un tomate. Él la saludó y la miró sorprendido por lo guapa que iba. Ella también le saludó y le sonrió. Mientras caminaba, se fijó que seguía mirándola y, muy pizpireta ella, se sintió triunfadora.
Años más tarde, estaba con unas amigas sentadas en un banco en el paseo de su barrio. Estaban a lo suyo, hablando y riendo, cuando él pasó con su coche por delante de ellas. Iba acompañado por su novia, mi amiga se fijó muy bien en ese detalle. Se dió cuenta que él la había mirado, pero la novia también, y no muy amigablemente que digamos. Mi amiga se desanimó por un momento, pensando que nunca estarían juntos. Le habían llegado rumores de que se iban a casar y, perdió toda la esperanza de poder estar con él. Sus amigas trataron de animarla, diciéndole que él se había quedado embobado mirándola, que la novia era muy fea y tenía cara de sargento y más cosas que, aunque la hicieron sonreir durante un rato, siguió desanimada durante bastante tiempo.
Me contó que un día, harta de esperar que él fuera suyo, decidió darle una oportunidad al resto de chicos que habitaban la tierra. Fue entonces cuando empezó a salir "en serio" con un chico. Me contaba que era muy majo y que se portaba muy bien con ella, pero que no sentía lo mismo que él y lo dejó al cabo de tres meses. Le supo mal, me decía, pero no quería hacerle más daño a largo plazo.
Luego tonteó con un camarero, que era un pendón. Ella lo sabía y nunca llegó a salir con él, pero pasó momentos inolvidables y, por eso, se acuerda todavía de él.
Poco tiempo después del camarero, empezó a salir con un chico al que conocía desde que eran pequeños. Con este tampoco duró mucho tiempo. Me dijo que él no estaba muy por la labor de mantener una relación estable, así que lo dejaron al cabo de cuatro o cinco meses.
Me contaba que harta de los tíos, decidió irse de viaje. Como todas sus amigas le dieron largas, pensó que no era mala idea irse sola. Y eso hizo, se metió en un avión y se fue a conocer Bilbao. Entre risas, me contó que los cuatro días que pasó allí en pleno mes de agosto, le llovió y que, cuando se fue de allí, empezó a salir el sol. También me contó, que mientras esperaba el avión de vuelta a casa, conoció a un chico. Empezaron a hablar y sintieron que se conocían de toda la vida. Me contó que al poco tiempo empezaron a salir y que a los siete meses de relación, decidieron irse a vivir juntos. Pasaron muy buenos momentos juntos, pero por desgracia, a los cinco años se separaron. Me lo contaba entre melancólica y nostálgica, aunque me aseguraba que después de dos años de soltera, no volvería con él, porque los dos últimos años que pasaron juntos, fueron muy tristes para ambos.
Esta amiga, me contaba que había vuelto a ver a su amor platónico no hacía mucho y que notó como le daba un pequeño vuelco el corazón. Me decía que lo último que sabía de él era que está casado y que tiene un niño. Me confesó que le había gustado volver a verlo, pero que ya se le había pasado la tontería y que lo del vuelco al corazón fue una manera de recordar viejos tiempos.
Mi amiga me decía que, por ahora, no quiere complicarse la vida con nadie, que está muy agusto así, que lo único que le apetece en estos momentos es centrarse en sus proyectos.
Hoy mi amiga, le echa un vistazo al pasado acordándose de los buenos momentos; siente el presente y lo vive, a su manera; y, del futuro... prefiere no pensar mucho en el futuro.