miércoles, 15 de octubre de 2014

La alimaña

-Te dije que no salieras ahí afuera.
-Sí, pero apenas nos quedaban provisiones.
-Ya. Pero, ¿hacía falta que trajeras a esa alimaña? Mira lo que te ha hecho en la cara.
-¡¡Auu!! ¡Ten más cuidado!
-Por suerte no es una herida profunda, no te quedará cicatriz.
-Tenía que traerlo, necesitamos información.
-Podría haberte matado.
-Podría, sí, pero no lo ha hecho.
-Y, ¿por qué no lo has matado tú?
-Te lo he dicho, necesitamos información. Bueno, eso y que he notado en su mirada algo extrañamente familiar. Diría, incluso que nos conocíamos.
-Eso es imposible, las alimañas son seres peligrosos y matan a cualquier ser vivo que se les ponga por delante.
-Pero a mi no me mató.
Joel no estaba convencido con lo que le contaba y, cuando terminó de curarme la herida, se acercó a la alimaña. Con mucha cautela, observó la herida que tenía tanto en la cabeza como en el costado izquierdo. Me lanzó una mirada recriminatoria y dijo:
-Espero que no se despierte mientras le curo...
Al cabo de un par de horas, la alimaña despertó. Nos miró a Joel y a mí y empezó a gruñir y a enfadarse cada vez más. Por suerte, lo teníamos encadenado y no podía acercarse a nosotros, aunque teníamos miedo que por su fuerza arrancara la cadena de la pared y nos matara en un santiamén. Se notaba que estaba dolorido y desorientado, así que intenté acercarme a esa bestia poco a poco, indicándole que no quería hacerle daño. Me miraba muy fijamente, respirando acelarada y profundamente.
-No quiero hacerte daño, sólo quiero hablar contigo.- Me rugió a la cara.- Sé que antes no he estado muy comunicativa pero, como comprenderás, si me atacan, me defiendo.- Seguía mirándome con odio, mucho odio.- Mira, no te he traído aquí para torturarte, lo único que queremos es información y, cuando estés curado del todo, te podrás ir, sin malos rollos.
Se miró la herida del costado y vió que se la habíamos curado. Luego, se miró en un espejo y dió un respingo. Imagino que hacía tiempo que no se miraba en uno. Se acercó para observar más de cerca el golpe que le dí en la cabeza por el que, Joel tuvo que darle unos cuantos puntos. Volvió a mirarnos, esta vez más tranquilo. Se echó las manos a la cara y comenzó a emitir una serie de ruidos extraños. Dedujimos que estaba llorando, así que le dejamos tranquilo durante un rato. Finalmente dijo:
-Me llamaba Oriol. Ahora, sólo soy una alimaña más que se esconde de los rastreadores y destructores. ¿Qué queréis saber?
Joel y yo nos miramos, alucinados, porque pensábamos que las alimañas eran bestias incapaces de colaborar con los humanos. Y, ahí estaba, comunicándose con nosotros. Con mucha delicadeza, le pregunté:
-¿Cómo acabaste así, Oriol?
Le sorprendió que le llamara por su nombre. Luego, empezó a decir:
-Os acordáis cuando bombardeaban los pueblos y las ciudades por la noche, ¿verdad? -Asentimos.-Bien, pues recuerdo que mi familia y yo estábamos escondidos en un búnquer parecido a este, pero aquella noche no bombardearon la ciudad. A la mañana siguiente, salimos e hicimos vida normal, como cada día. Después, me fuí a la universidad donde estudiaba. Estaba en la biblioteca, cuando decidieron bombardearlo todo, sólo que esta vez lanzaban bombas nucleares. Los que no murieron, nos convertimos en alimañas, como nos llamáis los humanos.
Su historia me era muy familiar, ya que yo tenía un amigo que se llamaba Oriol y estudiaba en la universidad y, desde aquel ataque, no supe nada más de él. Me acerqué para mirarle a los ojos directamente y, ¡oh! esos ojos verdes almendrados eran inconfundibles. Ahora entendía porqué cuando me atacó no quiso matarme.
-Ahora lo entiendes, ¿verdad Laia?
Asentí con la cabeza, llorando y le abracé. Él no se esperaba mi reacción, pero también me abrazó.
Estuvimos hablando durante horas, sobre lo que había estado haciendo, lo mucho que nos habíamos echado de menos y sobre viejos recuerdos. Joel, no pudo evitar preguntar si Paula, su novia, había sobrevivido al ataque. Resulta que Oriol y ella estudiaban en la misma universidad, pero le contestó que no lo sabía.
Después de varios días, empezábamos a quedarnos de nuevo sin víveres, así que decidí volver a salir. A Joel no le hacía ninguna gracia que lo hiciera, pero yo era la única que sabía moverse por aquella ciudad, sin ser detectada por los rastreadores y los destructores.
Al cabo de un buen rato, volví con dos mochilas cargadas con comida y cosas útiles. Pero al llegar, Oriol estaba extraño, y le pregunté:
-¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
-No, no lo estoy. ¿Sabéis? Desde que me convertí en... esto, tengo los sentidos más agudizados y noto cualquier tipo de presencia, sea buena o mala. Y, ahora noto varias, y no son muy amistosas que digamos. De hecho, están acercándose hasta nuestra posición.
Sin pensarlo dos veces, Joel y yo cogimos las mochilas y varias armas. Abrimos una puerta que estaba oculta, para casos como éste. Detrás de la puerta había un pasadizo que iba a parar a las afueras de la ciudad. Nos esperaba un largo camino pero, con suerte, saldríamos vivos y los rastreadores lo tendrían muy difícil para encontrarnos, ya que aquel pasadizo daba a una red de caminos secretos, que parecía un laberinto y, además, teníamos un producto químico, que los repelía.
Justo después de rociar el búnquer con el producto y cerrar la puerta secreta, oímos como, por lo menos, entraban dos rastreadores y un destructor. Después salimos corriendo y olvidamos que una vez tuvimos un refugio seguro donde escondernos.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Sociedad Maldita III (PV)

Hace un par de semanas, aproximadamente, una amiga y yo vimos en su casa una película. Se trataba de Guerra Mundial Z. En realidad, la vimos porque esa noche decidió tornarse lluviosa y no pudimos salir a tomar algo como habíamos decidido en un principio, así que nos quedamos en su casa y vimos esa película. Después de verla, nos pusimos a hablar sobre lo bien hecha que está, sobre lo guapísimo que es Brad Pitt y, luego, empezamos a hablar sobre los zombies y qué pasaría si la ficción, se volviera realidad. Las dos estábamos de acuerdo en que acabaríamos siendo zombies (las cosas como son).
Resulta que vivimos en un pueblo costero cerca de Barcelona, en el que estaríamos atrapadas. El pueblo tiene una carretera principal que pasa por la costa, una secundaria que atraviesa el pueblo y la autopista que está por encima del pueblo. Con lo cual, ir en coche, sería la muerte segura, con zombies incluidos. En definitiva, vivimos en un pueblo donde la muerte está asegurada.
Estuvimos hablando, también, que lo más probable era que cayeran primero las grandes ciudades, por eso de que hay más gente y esas cosas, por lo tanto, a los pueblerinos (sin ánimo de ofender) nos daría un poco más de tiempo para poder proveernos de alimentos y escondernos lo mejor posible, sin hacer ruido, con la esperanza de pasar desapercibidos y no morir en el intento.
Eso es lo que haría yo. Iría al supermercado, cogería todas las latas de conserva y botellas de agua que pudiera cargar (en mi carro de la compra), me metería en casa, cerraría la puerta y las ventanas, pondría muebles en ellas para bloquear el paso (toda precaución es poca) y esperaría a que toda la locura pasara. Iría comiendo mis provisiones (sin abusar, claro) y cuando se me terminaran y no tuviera más remedio que salir a por más, sólo entonces saldría a la calle. Antes de salir, llenaría una mochila con cuchillos y objetos afilados, un par o tres de linternas, un collarín para el cuello, una manta de sofá y, luego, cogería libros o revistas y me las enrollaría en los brazos con cinta aislante. Me aseguraría que no hay zombies en la calle y bajaría por el balcón reptando por una sábana (vivo en un primer piso, así que no hay mucha caída). Una vez en la calle, me pondría el collarín en el cuello y sacaría un par de cuchillos. Y, probablemente, acabara muerta al cabo de dos minutos, o no. Si sobreviviera, no sé qué haría después, ya que ir hasta la playa sería muy peligroso e ir a la montaña también. Estaría atrapada por las dichosas carreteras llenas de gente muerta...
Pensaréis que estoy loca o que he visto muchas películas del estilo o, incluso, que tengo mono de The Walking Dead, quién sabe. Podría ser que fuera así pero, en realidad, lo que pienso es que estamos demasiado apegados a nuestras posesiones materiales y no nos damos cuenta que hay cosas mucho más importantes en la vida que tener el último modelo de móvil. De hecho, mi amiga y yo estuvimos hablando sobre el tema y llegamos a la conclusión de que el planeta debería castigarnos con algún tipo de plaga zombie o algo así, para que nos diéramos cuenta que lo que realmente importa, es vivir.
Pensad una cosa, en África están viviendo enfermedades de todo tipo, hay muchísima pobreza, y los que se enriquecen lo hacen a costa de llenarse las manos de sangre. Ellos no tienen nada pero, un niño africano es más feliz cuando le dicen que ese día, va a poder tener un cuenco de comida, que si le dan un juguete.
Y digo que deberíamos tener una plaga zombie, cuando en realidad ya lo somos, siempre tan absortos en nuestras tablets, móviles, laptops, etc., no nos damos cuenta de lo privilegiados que somos y que, algún día podría ser que cambiara el rol y ser nosotros los que no tengamos nada y acabemos siendo felices con un sólo cuenco de comida.

martes, 26 de agosto de 2014

Sociedad Maldita II (PV)

"¿Qué, tienes novio/a ya?". "Anda, ya tienes novio/a, y ¿cuándo os vais a casar? porque os vais a casar, ¿no?". "¿Ya os habéis casado? Pues ahora a por la criatura, no sea que se os pase el arroz". "Qué bonito/a está, y ¿cuándo le vais a dar un/a hermanito/a?". 

¿Os suena alguna de estas preguntas? Sí, ¿verdad? En algún momento de nuestras vidas nos han hecho estas y otras preguntas más. A mi sólo me han llegado a preguntar hasta la de casarme, aunque tampoco me "acosaban" mucho porque estuve con mi expareja viviendo de forma pecaminosa (léase con un ligero tono irónico). Sí, es cierto que en alguna ocasión me preguntaron lo de los hijos, pero creo que soy bastante expresiva con la cara y, no me preguntaron muchas más veces, así que no me puedo quejar demasiado.
Hablo de esto, básicamente, porque no hay nadie con quien haya hablado sobre este tema, que no le haya molestado que les hicieran estas preguntas, obviamente, porque cada uno tiene su ritmo y estilo de vida.
Poneos en la situación de una chica que tenga entre 20-22 años, sin novio, estudiando o trabajando. Se le acerca una amiga de su abuela y le pregunta: "¿Qué, tienes novio ya?". La chica piensa: "Y a tí que coño te importa", pero responde con un cortés "Pues no, todavía no tengo novio" y sonríe lo más falsamente que puede. La mujer insiste en decirle que con lo guapa que es, es raro que no tenga novio, que seguro que tiene muchos pretendientes. La chica, obviamente, insiste en que no es así. Entonces, la mujer la mira recelosa, como pensando que algo oscuro esconde, pero pronto se le pasa y, curiosamente, conoce a un chico guapísimo (a ella se lo parece...) y muy listo y muy trabajador y que si quiere que se lo presente. La chica la mira con cara de pocos amigos y rechaza lo más cortésmente que puede la invitación. Esto es algo que la mayoría de la gente NO debería hacer, pero lo hacen y, algunos/as, con malicia.
Ahora bien, esta chica tiene ya 22-23 años y tiene novio. Llevan entre seis meses y un año, aproximadamente, saliendo. La misma amiga de la abuela, se le acerca a la muchacha y le dice: "Anda, ya tienes novio, y ¿cuándo os vais a casar? porque os vais a casar, ¿no?". La chica no sabe si darle una paliza o matarla y echarla en un puchero para que se la coma su abuela. En vez de esto, le dice lo más calmada que puede: "Uy, nooo, todavía falta mucho para eso...". La mujer, se la mira y hace el gesto de cogerse las manos por debajo del pecho, baja la cabeza y de reojo le dice: "Ah, claro, ya entiendo, vosotros sois de esos que se van a vivir en pecado. Claro, claro...". La chica la mira boquiabierta y la deja por imposible, negando con la cabeza. Sí, es cierto, que ya hay cada vez menos de estas mujeres, pero haberlas, haylas.
En esta ocasión, la chica ya tiene unos 26 años y se casó con su novio, ahora marido, hace un año. Se vuelve a encontrar con la pesada de la amiga de la abuela. Ya está algo más vieja y más pelleja, así que la chica se arma con toda la paciencia del mundo. La mujer le suelta: "¡Anda! ¿Ya os habéis casado? Pues ahora a por la criatura, no sea que se os pase el arroz". La chica, que ya le da igual ser descortés, le dice: "Pues me parece a mí, que el arroz se me pasará cuando tenga la menopausia, y para eso todavía me faltan unos 24 años. Y, perdóneme, pero tengo prisa y me tengo que ir". Es que llega un momento, en el que te cansas de estos comentarios.
Ha pasado el tiempo, y la pareja ha tenido un bebé. Como no, se vuelven a encontrar a la mujer. Esta vez, con mucho cuidado les dice: "Qué bonito/a está, y ¿cuándo le vais a dar un/a hermanito/a?". La chica, intentando no ser grosera, le dice: "Pues para cuando éste tenga un par o tres añitos. Eso si no nos plantamos ya y no tenemos ninguno más". La señora se da por contestada, les da los buenos días y se marcha.
Se puede llegar a entender, que haya gente que se preocupe por ti, pero una cosa es eso y otra muy diferente el cotilleo. Porque a ti te hacen estas preguntas, pero luego según lo que les hayas contestado, les van con el cuento a otras personas, que ni les va, ni les viene.
Además, ¿y si esa persona no quiere tener novio/a?, ¿y si no quiere casarse?, ¿y si no quiere tener hijos?, ¿y si es homosexual?, ¿y si tiene algún tipo de enfermedad que no le permite tener hijos?, ¿y si nos metiéramos única y exclusivamente en nuestras vidas y dejamos las de los demás en paz?

DONDE HAY VIEJAS, HAY CHISMES Y CONSEJA

miércoles, 6 de agosto de 2014

Papá, cuéntame un cuento (PV)

Ayer, mi hermano estuvo en casa junto con mi sobrina de 4 años. Llevaban un buen rato ya, cuando la niña, sin venir a cuento, dijo:
-Papá, cuéntame un cuento.
Se notaba que la pobre estaba cansada y quería que estuviéramos por ella. Así que, con mucha imaginación y paciencia, mi hermano empezó así:

"Érase una vez, una niña que vivía en una casita con sus papás. La niña, que estaba en una habitación con su padre, no hacía más que hablar y hablar y hablar, tanto fue así, que su padre le dijo:
-Cariño, ¿por qué no vas un rato con tu madre y le explicas lo mismo que a mi?
Y la niña, muy obediente, se fue con su madre. Ella no dejaba de hablar y hablar y hablar, así que su madre, le dijo:
-Hija mía, ahora mismo no puedo ayudarte, ¿puedes ir un ratito con papá?
Y así se pasó todo el día, de una habitación a otra, hablándoles a sus padres sin parar. Tanto hablaba, que ni comía, ni dormía.
Pasaron los días y la niña se quedó muy delgada, entonces los papás decidieron ir a visitar a un bruja para que les diera una pócima para que dejara de hablar.
-Aquí tienen. Para que funcione, se la tiene que beber entera.
-¿Seguro que funcionará? -Preguntaron los papás muy preocupados.
-Claro que sí. -Dijo la bruja.
Los papás fueron a casa y allí seguía la niña, hablando sin parar. Le dieron la poción y la niña se la bebió entera. Dejaron pasar unos segundos y... ¡Oh, no! Siguió hablando.
Volvieron a ir a la bruja, esta vez con la niña. La bruja al oirla, les dijo a los papás:
-Esto sólo se puede solucionar con una maldición.
-¿Con una maldición? Pero, no le hará daño, ¿verdad?, sólo le afectará a la voz ¿no?. -A los papás les asustaba que la maldición le hiciera daño a su pequeña. Entonces la bruja les explicó:
-No, la maldición no le hará daño alguno. Lo único que provocará, será que no volverá a hablar, nunca.
Los papás se quedaron mirando y, más tranquilos, accedieron a que la bruja maldijera a su pequeña, para que dejara de hablar. La bruja, cogió en brazos a la niña y, mirándola muy fijamente a los ojos, comenzó a pronunciar el conjuro:
-Pataplim, pataplom, pataplam, que esta niña no vuelva a hablar nunca más.
En ese instante, la niña se durmió en los brazos de la bruja y ella, con mucho cuidado, se la devolvió a sus padres y les dijo:
-Ahora dormirá profundamente durante unas horas, cuando despierte, ya no podrá hablar, nunca más.
Los padres se sintieron aliviados y volvieron a su pequeña casita.
Al cabo de unas horas, la niña despertó pero no habló. Los padres se abrazaron contentos por no tener que escuchar sus largas charlas.
Pasaron los días y la casa seguía en silencio. La mamá miraba a su niña y se sentía triste por no volverla a oir. Al papá también le pasaba lo mismo, así que decidieron volver a hablar con la bruja, para ver si podía hacerla hablar sólo un poquito. La bruja les dijo que la maldición no se podía deshacer con ningún conjuro, que lo único que podían hacer era darle muchos besitos y mimos y, de esa forma, volvería a hablar.
Eso hicieron los papás, en cuanto llegaron a casa, cogieron a la niña y empezaron a darles muchos besitos y muchos mimos. Al cabo de un rato, la niña los miró y volvió a hablar como antes de la maldición.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado"

Como habeis podido comprobar, mi hermano tiene muchísima imaginación, pero la niña quedó satisfecha, aunque sólo unos minutos...
De hecho, esta entrada se la dedico a mi hermano, por la paciencia que tiene con mi sobrina y a ella también, por ser tan bicho y cariñosa.

domingo, 20 de julio de 2014

Realidad

Hoy, cuando he despertado, me he dado cuenta que estaba en casa, en mi dormitorio, en la cama que compartía con mi mujer, pero ella no estaba conmigo. Me ha sorprendido escuchar una melodía, que me resultaba muy familiar. He recorrido todas las habitaciones pero no había nadie.
Durante todo el día me he sentido extraño. En ocasiones no veía nada en absoluto, en otras estaba mareado pero, sobre todo, el dolor de cabeza no ha dejado de martillearme. He mirado en el armario de los medicamentos, a ver si encontraba algo, pero estaba completamente vacío.
De repente, me vienen pequeños flashbacks, que me dejan algo confuso. Me veo discutiendo con mi mujer, en la cocina; ella me lanza un vaso a la cabeza, que consigo esquivar... Y, entonces , se corta ahí. No recuerdo porqué discutíamos, pero sé que es por mi culpa. En otro flashback, salgo de casa muy enfadado y voy en dirección al coche; entro en él y arranco; ella, que iba detrás mío, empieza a dar golpes en la ventana del conductor. Me doy cuenta que está lloviendo porque está empapada, pero sigue gritándome; la miro cabreado y salgo pitando de allí. Vuelve a cortarse. En el siguiente, me veo conduciendo, como un loco. El parabrisas no da a basto con la tormenta que cae. La carretera está oscura y apenas se ve nada. Entonces, al girar una curva, una luz blanca me ciega por completo y, después, nada. Me asusto, porque no sé en qué momento sucedió todo esto.
Necesito descansar, estoy muy cansado y sólo quiero dormir y que pase toda esta mierda.

-Mmm...
Abro los ojos, aunque me cuesta mantenerlos abiertos. Lo veo todo borroso.
-Mmm...
Vuelvo a abrirlos. Esta vez veo algo mejor. Está todo oscuro, pero entra una ligera claridad por mi lado derecho.
-Mmm...
Giro la cabeza y ahí está la mujer más bonita de este mundo. Está dormida en una silla, con la cabeza apoyada en mi cama.
-Ca... Cariño...-digo en un susurro.
Se despierta, me mira e intento sonreír. Abre los ojos asombrada y grita:
-¡ENFERMERA! ¡UNA ENFERMERA O UN MÉDICO, POR FAVOR!
La miro desconcertado, pero no me da tiempo a preguntarle porqué los llama, cuando me abraza y empieza a besar.
A los dos segundos, tengo a un grupo de enfermeras y médicos que no paran de mirar a los monitores que hay a mi alrededor, de hacerme pruebas y hacerme preguntas que no sé muy bien como contestar. Cuando terminan, le pregunto a uno de ellos:
-¿Qué me ha pasado?¿Por qué estoy en el hospital? No entiendo nada.
-No se preocupe, ahora se lo explicará su mujer. Lo que le puedo decir es que es un milagro que esté vivo y nos alegramos que así sea. -Me toca el hombro, me sonríe y se va.
Miro a mi mujer desconcertado. Ella me mira y comienza a explicar con lágrimas en los ojos:
-Aquella noche discutimos muy acaloradamente. La puta esa con la que me ponías los cuernos, vino a casa por la tarde, mientras tú trabajabas y tuvimos una "charla". Cuando llegaste a casa y entraste a la cocina, te lancé un vaso a la cabeza y empecé a gritar como una loca. Tú tampoco te quedaste corto. Después saliste de casa y te metiste en el coche. Yo salí tras de ti, insultándote, aunque tú no me oías porque llovía tanto, que dentro del coche no me escuchabas. Saliste disparado y yo me quedé llorando en mitad de la calle. Después entré y me metí en nuestra habitación. Debí quedarme dormida de tanto como lloré, porque cuando sonó el teléfono me asusté. Me dijeron que estabas aquí y desde entonces no me separé de ti.
-Y... ¿Cuánto hace de eso? -Pregunté sin querer saber la respuesta.
-Hace cuatro meses.
-¿He estado cuatro meses en coma?
Asiente con la cabeza y dice:
-Desde ese día, no he querido despegarme de ti. También ha venido mucha gente a visitarte; el médico nos dijo que era bueno que te hablásemos aunque no sabía si nos escuchabas. -Se queda un momento callada. Me besa con sus labios cálidos. Luego, me dice: -Tenía tanto miedo de perderte...
Rompe a llorar y le digo:
-Nunca me has perdido y nunca me perderás.
-Y... ¿la otra? -Dice en un susurro y con la cabeza gacha.
-A la otra, no la quiero volver a ver, jamás. Aquello fue un gran error que cometí. Nunca debí hacerte daño. Siempre seré tuyo. -Yo también lloro.
-Siempre seré tuya. -Me dice.

FIN.