viernes, 28 de marzo de 2014

20 años ya (PV)



Dale al play antes de leer, por favor.



Hace 20 años ya, que te vi por primera vez. No hizo falta que dijeras nada, sólo con tu sonrisa y tu melena rubia, ya me tenías en el bote. Claro que, yo era una niña y cualquier chico guapo me impresionaba y enamoraba. Aún así, supe que cada vez que te viera, mi corazón latiría con fuerza y pasión. Y aquí me tienes, cerca de los 31 y enamorada todavía de ti. 
Durante estos años, has enamorado a otras mujeres, te han dejado, te han matado, has matado tú, has sido bueno, has sido malo, has besado y hecho el amor, con dulzura en ocasiones, en otras con pasión. Y todas esas veces, he estado ahí, mirándote. 
Es lo que tiene el cine y la televisión, que estoy mirándote, pero tú no me puedes ver. Aunque, casi mejor así, porque si te tuviera delante, no sé cómo reaccionaría. Seguramente, y porque me conozco bastante bien, me quedaría bloqueada y no sabría qué decirte y, probablemente, balbucearía cuatro palabras ininteligibles y tú te echarías a reir, con lo cual, me frustraría y me echaría a llorar como una niña tonta. 
No es que sea fan de nadie, pero tú eres el tipo de actor por el cual, antiguamente, las mujeres te llamarían "su ídolo". No, no eres mi ídolo, porque no te considero como a un dios. Tampoco eres mi dios, no te asustes. Simplemente, eres mi actor favorito. Y eso que hay actores muy buenos pero, eres tú, que me gusta como actúas, que me gusta como te mueves, que me gusta como miras, hasta cuando miras mal. Y es que me gusta todo de ti.
No hace mucho buscando música por mi spotify, escuché la melodía que he puesto como homenaje a esta entrada y hoy, después de muchos días sin escribir nada, se me empezó a ocurrir esta especie de carta rara, que te dedico, aunque sé que no la leerás. Realmente, esta melodía, es inspiradora pero, también, melancólica. De hecho, volveré a ver la película en la que me enamoré de ti perdidamente, aunque la he visto como unas cien veces, o más. Y sé que viéndola, me volveré a enamorar otra vez de ti. Y sé que cuando te vuelva a ver en cualquier otra película, me volveré a enamorar de ti, porque cada vez que te veo, me vuelvo a enamorar un poquito más de ti. 
Sigo pensando que algún día se me pasará y, seguramente, pasarán veinte años más y, seguiré como el primer día que te vi. Tendremos veinte años más, con lo que tú serás un abuelete muy guapo y sexy pero, aún así, seguirás siendo mi actor favorito y te seguiré mirando con los ojos de una niña de 11 años y, cada vez que te vea, suspiraré por ti mientras me como una bolsa grande de palomitas.
Sí, lo mío es de leyenda, y sí, sobre todo, de pasión. No me importaría morir, si la muerte tuviera tu cara y me llevara con ella. Tampoco me importaría dejarme morder el cuello, si sé que con ello vas a posar tus labios en él. 
En fin, que seguiré soñando con estas cosas, como vengo haciendo desde hace 20 años ya.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Mañana entretenida (PV)

Hoy he acompañado a mis padres al hospital, nada grave, pura rutina. El caso es que, nos hemos levantado muy temprano, únicamente, para poder conseguir aparcar en el parquing gratuito. La visita la tenía a las 10:30 de la mañana. Hemos llegado allí a las 8:45 y hemos tardado cerca de una hora para conseguir una plaza libre. Eso me hace pensar en la cantidad de gente enferma, gente que va de visita, madres que están pariendo, urgencias que van llegando y gente que trabaja allí. Un hospital con más de diez plantas, un edificio adjunto de maternidad, un edificio de neurorehabilitación y no sé que más, pero vamos, todo ello dedicado a la medicina. Así que imaginaos la cantidad de coches que había esta mañana allí.
Después, hemos ido a la cafetería a desayunar algo, para hacer tiempo. Nos hemos tomado unos cafés con leche, mi padre se ha comido un cruasán y yo un donut de azúcar. Mi donut estaba más seco que la mojama y los cafés con leche ardían cosa mala. Creo que la camarera estaba hasta el... moño de servir a tanta gente. Y yo pensaba "la suerte que tienes tú de tener trabajo, con la de millones de parados que hay ahora mismo", pero, claro, la entiendo, yo también he trabajado de cara el público y hay que aguantar mucho, muchísimo. También debe cobrar una miseria por la cantidad de horas que debe echar allí cada día. En fin, que al final, hasta me ha dado lástima.
Luego, hemos ido a la primera planta, donde tenía que ir mi padre. Había muchísima gente allí esperando, alguno ha confesado llevar una hora sin que le llamaran. Así que, he mirado el reloj, he visto que aún faltaba bastante hasta que le tocara y me he puesto a indagar en mi nuevo movil. Al cabo de unos diez minutos, ha pasado una enfermera pidiendo voluntarios para donar sangre. Curiosamente, en la cafetería, le había comentado a mi padre que siempre había tenido en mente lo de dar sangre, por eso de que hay muy poca de mi grupo sanguíneo y Rh. Así que, cuando le he dicho a la enfermera que quería ir, se ha puesto muy contenta, a pesar de ser la única que se ha ofrecido.
Como era la primera vez que donaba, me han hecho rellenar un formulario con unas cuantas preguntas, lo típico, si he tenido contacto con drogas inyectables, si he tenido hepatitis o enfermedades del hígado, si he tenido o tengo anemia, etc. Como soy una chica muy sana, que ni fumo, ni bebo, ni na de na de na, he puesto a la mayoría de las preguntas que no. Luego he pasado a una salita donde han cogido todos mis datos y los han introducido en el ordenador, mientras me tomaban la tensión que, por cierto, estaba perfecta. Incluso el chico que introducía mis datos en el ordenador, se ha tomado la licencia de piropearme y todo. Viendo que me he puesto como un tomate, porque soy bastante timidilla para estas cosas, se ha callado y no ha dicho nada más, pero no veas lo que me miraba... En cuanto hemos terminado con todo el papeleo, he pasado a la sala donde te sacan la sangre, con unas camillas muy molonas, de esas reclinables de pies y espalda (yo me pido una para las próximas navidades). Había dos enfermeras, una más jovencita y otra un poco más mayor que yo, muy majas las dos. La más jovencita, nada más entrar, me ha preguntado si llevaba el perfume de J'Adore. Me ha sorprendido que lo reconociera, hasta he llegado a pensar que llevo demasiado perfume, pero me lo ha dicho de una manera que parecía que no le importara que oliera demasiado. Después, me han explicado como funcionaba el tema y me han hecho unas pocas preguntas más. Cuando me iban a buscar las venas en los dos brazos, les he explicado que son un poco tímidas y les cuesta salir, se han reído con el comentario y pronto se han dado cuenta que no mentía aunque, parece que la del brazo derecho ha perdido un poco la vergüenza y se ha dignado a aparecer. En el momento que me iban a clavar la aguja, la jovencita me ha dicho que me girara para que no viera como lo hacía pero yo, que he visto un montón de películas sangrientas desde pequeñita, gracias a uno de mis hermanos, he mirado hasta el final. Me han dejado un quita-estrés de esos, para que no se me durmiera el brazo y fuera saliendo la sangre con fluidez. En total, me han sacado medio litro de sangre. Luego me han dado un zumo y me han ofrecido galletas y más cosas, pero como no tenía hambre, sólo me he bebido el zumo y me he llevado una botella de agua. En total, he debido tardar unos 20 minutos, aproximadamente.
Cuando subo otra vez a la primera planta, mis padres aún no habían entrado en la consulta. Entre tanto, he conversado con ellos, he observado a la gente que pasaba por allí y, ¡oh, sorpresa! ha pasado por delante nuestro un hobbit. Está muy mal que lo diga, pero era una mujer tan bajita que me ha recordado a estos seres mitológicos del sr. Tolkien. No he podido reprimirme y en voz muy bajita se lo he dicho a mi padre, que se ha puesto a reir. Después lo llamaron, le hicieron una prueba, ha tenido que volver a esperar a que le llamara el médico (como una hora esperando) y después, a casita.
La verdad es que tenía ganas de volver porque ya era casi medio día, tenía hambre y estaba un poco mareada por el medio litro de sangre que me han sacado. Así que el plataco de macarrones que me ha puesto mi madre, me lo he zampado de una sentada y casi sin respirar, hasta he repetido con los pocos que se ha dejado en el plato mi padre y ya es raro que yo haga eso.
Ahora estoy tranquilita, escuchando música relajante, bebiendo agua y escribiendo esta entrada que, espero os guste. Y recordad, si donais sangre, donais vida.
Un saludo a tod@s mis lector@s ;)


sábado, 1 de marzo de 2014

Fin de semana

Llegué cansada a casa. Sólo tenía ganas de llorar. Mi jefe me echó una bronca descomunal, por algo que no había hecho yo. Fue muy injusto conmigo. Cuando se enteró que no había sido yo la responsable de hacer mal el pedido, ni siquiera se disculpó, simplemente me miró y dijo:
-Que no vuelva a suceder más.
Victor, nada más verme entrar por la puerta, sabía que me había ido muy mal el día. Me senté a su lado, me abrazó y, acariciándome el pelo, me preguntó qué había pasado. Me escuchó muy atentamente y me consoló. Después me preparó la cena y, mientras cenábamos, me dijo:
-Este fin de semana voy a hacer que te olvides de los problemas del trabajo. Voy a reservar una habitación en algún hotel rural. Hace mucho que no salimos y nos lo merecemos.
Con esas palabras consiguió animarme. Pasé el resto de la semana pensando en lo que haría el fin de semana y conseguí estar de mejor humor. La verdad es que estoy muy quemada con este trabajo pero, con la crisis, no me puedo quejar.
Por suerte, los viernes salimos a las tres de la tarde así que, en cuanto llegué a casa, me puse a preparar las maletas.
-Nena, mete también los bañadores, que el hotel tiene Spa.-Me dijo Victor. Mmm, sólo de pensar que estaríamos en remojo, iríamos a las saunas y nos harían masajes... ¡Ya tenía ganas de llegar!
-¡Qué bien, cariño! Piensas en todo. Por cierto, ¿dónde vamos a ir?
-A Ribes de Freser, al Hotel-Spa Resguard dels Vents.-Me lo quedé mirando con los ojos como platos y le contesté:
-Cariño, ese hotel es carísimo, no nos lo podemos permitir.
-Sí podemos, Eva. Además, ya te dije que este mes mi jefe me ha pagado las horas extras atrasadas, que me debía y...
-Ya, pero ese dinero lo íbamos a guardar para...-Me corta en seco y continúa diciendo:
-...Para relajarnos en ese hotel fantástico. Nena, nos lo merecemos, llevamos varios meses puteados en nuestros trabajos y, además, una vez al año no hace daño.-Le miré y no pude reprimir una sonrisa. Sabía que tenía razón.
Nos levantamos temprano y llegamos en un par de horas, aproximadamente. Hacía un tiempo primaveral estupendo. Dejamos las cosas en el hotel y decidimos ir a pasear por el pueblo. Almorzamos en un bar, charlamos con los lugareños y nos hicimos fotos.
Después de comer, decidimos ir al Spa. Victor había contratado un masaje de hora y media para cada uno. Estábamos en salas distintas, para poder relajarnos mejor, aunque a mi me tocó un chico masajista muy guapo. Me instó para que me tumbara en la camilla boca abajo y yo le obedecí, mirándole de reojo tímidamente. Comenzó a masajear mi espalda, con sus manos grandes y fuertes. Me preguntó en varias ocasiones si me gustaba la presión que ejercía y, en todas las ocasiones le decía que sí, en forma de jadeo involuntario. Después pasó a masajear mis piernas y, cada vez que se acercaba a mi ingle por la cara interna, notaba como se lubricaba mi vagina. Cuando terminó, me pidió que me diera la vuelta y volví a obedecer. Empezó con un brazo, luego con el otro y, después, empezó a masajear mis pechos. Dudé que eso estuviera permitido, pero me dejé hacer porque me gustaba que lo hiciera. Me bajó los tirantes del bañador y me lo bajó hasta la cintura. Se puso a un lado de la camilla y siguió masajeándolos. Comencé a gemir sin poder evitarlo. Estaba tan excitada que empecé a mover mis caderas pidiendo más. Él sabía lo que quería y, mientras que con una mano tiraba de mis pezones, con la otra empezó a acariciar mi clítoris, abultado. Se notaba que tenía manos expertas. Faltaba poco para llegar al éxtasis, así que introdujo dos dedos dentro de mi vagina bien lubricada y con el pulgar siguió tocando el "botón del amor". Al poco, llegó el orgasmo más relajante de mi vida. Luego pensé en Victor y me sentí fatal. El masajista me lo notó en la cara y me dijo:
-No te preocupes por lo que acaba de pasar. Tu marido me pagó una buena propina para que te hiciera esto.-Me quedé estupefacta y, entonces, me acordé que él también había contratado un masaje. ¿Le harían a él también lo mismo? Como si me estuviera leyendo el pensamiento, me dijo: -Sí, a él también le han hecho un servicio especial.
Al principio, sentí rabia pero, luego, pensé que era justo. Así que sin pensarlo mucho, le dije:
-Oye, ¿por qué no os pasais esta noche, tu compañera y tú, por nuestra habitación? -Le guiñé un ojo y sonreí muy picarona.
-Se lo comentaré a mi compañera, aunque creo que aceptará encantada.
Antes de salir de la sala, le dije en qué habitación estábamos y acordamos una hora para quedar. Nos despedimos y, al salir, me encontré a Victor con una sonrisa de oreja a oreja. Me preguntó qué me habia parecido el masaje y le expliqué, con todo detalle, todo lo que me había hecho y le expliqué lo que iba a suceder esa noche en nuestra habitación. A Victor le gustó tanto la idea que, sólo de pensarlo, se le puso dura. Tuvimos que irnos del Spa, poniéndome delante de él, para taparle su prominente erección.
Cenamos pronto y, en cuanto terminamos, nos fuimos a nuestra habitación. Abrimos una botella de champán y la dejamos en la cubitera. Al poco rato llegaron los dos. Nos saludamos, charlamos un rato mientras nos bebíamos el champán y, poco a poco, el ambiente fue caldeándose cada vez más. Mi marido no dejaba de mirar el escote de Laia, la masajista. Me acerqué a ella, olía a aceite de rosas y Ylang-Ylang. Le besé el cuello lentamente y, de vez en cuando, se lo lamía. Mientras las dos nos acariciábamos y besábamos, Oriol se unió a nuestra fiesta. Mi marido se quedó, sentado en una de las sillas, como espectador. Nos desnudamos los unos a los otros y, entonces, Laia me tumbó en la cama. Lamió todo mi cuerpo, empezando por mi cuello, descendiendo hacia mis pezones, para morderlos, pellizcarlos, succionarlos y lamerlos de nuevo. Volvió a descender, lamió con mucha sensualidad mi ombligo y bajó hacia mi abultadísimo clítoris. Se detuvo allí, para darme mayor placer y, mientras ella hacía todo esto, Oriol inundaba mi boca con su lengua y tironeaba de mis pezones. Entonces Victor, agarró la cadera de la chica, le palpó sus genitales y comprobó lo húmeda que estaba. Se puso un condón y la penetró. Ambas jadeábamos, casi al mismo tiempo. Mi masajista me levantó los brazos, se puso encima mío, apoyó mis brazos en sus piernas y me incorporó lo suficiente para follárme la boca. Primero vino mi orgasmo, después Oriol se corrió en mi boca y Laia y mi
marido se corrieron a la vez. Me levanté para escupir el semen y, cuando volví, los dos masajistas estaban practicando la postura de la balanza. Mi marido, viendo semejante espectáculo, estaba más que recuperado y con su polla crecida en su mano. Me acerqué a él y le dije:
-Vamos a hacerles la competencia.
Él rió. Me levantó a la altura de su cintura y empezamos a follar. Victor es fuerte y aguantó en esa postura, estoicamente. Laia y yo compenetramos nuestras respiraciones y casi llegamos a corrernos a la vez. Sin embargo, los chicos tuvieron que continuar unos segundos más.
Todos necesitamos descansar un poco, así que nos sentamos y hablamos animadamente. Media hora más tarde, me acerqué a Oriol y le estimulé como él había hecho esa tarde conmigo. Empezó a crecer fácilmente en mi mano, le tumbé, le puse un condón y le monté como si de un caballo se tratara. La masajista, por su parte, le hizo una felación a mi marido. Ellos gemían con fuerza, aunque nosotras no nos quedábamos cortas. Victor se corrió en la boca de Laia y yo seguí cabalgando sobre mi masajista durante un buen rato más. Ella seguía muy cachonda y se masturbaba mientras nos miraba. Oriol estaba que ya no aguantaba más. Me puse a cuatro patas y volvió a penetrarme con embestidas rápidas. Con esa postura me corrí fácilmente y él se corrió a la vez que yo.
Oriol y Laia, se vistieron y se despidieron. Nosotros nos tumbamos y nos dormimos. A la mañana siguiente, sacamos las cosas de la habitación y las metimos en el coche. Después desayunamos, hicimos una excursión y por la tarde volvimos a casa.
La verdad es que, ese fin de semana, conseguí olvidarme de cualquier problema que hubiese tenido la semana anterior y, Victor y yo, afianzamos aún más nuestra relación.