sábado, 8 de febrero de 2014

Mi amiga (PV)

Una amiga mía me contó que cuando tenía 16 años, conoció a un chico que se convirtió en su amor platónico. Me contó que ese amor platónico le duró, la friolera de cinco o seis años. Me contaba que era guapo, alto, moreno, que le encantaba su sonrisa, bueno, lo típico. Cuando me dijo quien era, le dije que tan guapo no era y ella se reía.
Me contaba que, cada mañana se lo encontraba en la puerta de su edificio esperando al que, por aquel entonces, era su jefe y vecino de mi amiga. Cuando bajaba las escaleras ya tenía el corazón desbocado y notaba el cosquilleo de las mariposas en su estómago. Pero cuando abría la puerta, lo único que salía de su boca era un triste "hola, buenos días" y nada más. Él le respondía de igual manera y la sonreía. Ella salía disparada hacia el instituto, pero antes de cruzar la calle, se giraba para ver si venía algún coche y, de paso, de reojo miraba si él se quedaba mirándola; en algunas ocasiones era así. También me contó, que un día le llegó a preguntar la hora, aunque ella sabía perfectamente qué hora era. Mientras me lo contaba, no paraba de reir y decir lo pava que llegaba a ser.
Me contaba que un día, su padre le pidió a su vecino que le arreglara la instalación eléctrica y de fontanería de la cocina. Ella estaba loca de alegría, porque sabía que él estaría también. El problema fue que, unas amigas que tenía por aquel entonces, la llamaron por teléfono para salir y mi amiga les dijo que no le apetecía. Claro, ella tenía en mente pasarse el día entero en casa, para poder estar cerca de él. Las amigas no dejaron de llamarla, hasta que al final se enfadó de tal manera que empezó a gritar por teléfono. Cuando colgó, se acordó que él estaba trabajando y se puso roja como un tomate, pensando que él lo había oído todo. Y es que me amiga, tiene muy mal carácter pero, luego, no es nadie.
Pasaron los años y se enteró que tenía novia. Se puso triste, pero nunca lloró porque siempre pensaba que, más tarde o más temprano, sería para ella. O al menos eso creía. También era consciente de que él sabía perfectamente, que ella estaba loquita por él.
Me contaba también, que un día se arregló mucho porque tenía que hacerse fotos para renovar el DNI y, al salir a la calle, se lo encontró de sopetón. No se lo esperaba, me decía, y se puso roja como un tomate. Él la saludó y la miró sorprendido por lo guapa que iba. Ella también le saludó y le sonrió. Mientras caminaba, se fijó que seguía mirándola y, muy pizpireta ella, se sintió triunfadora.
Años más tarde, estaba con unas amigas sentadas en un banco en el paseo de su barrio. Estaban a lo suyo, hablando y riendo, cuando él pasó con su coche por delante de ellas. Iba acompañado por su novia, mi amiga se fijó muy bien en ese detalle. Se dió cuenta que él la había mirado, pero la novia también, y no muy amigablemente que digamos. Mi amiga se desanimó por un momento, pensando que nunca estarían juntos. Le habían llegado rumores de que se iban a casar y, perdió toda la esperanza de poder estar con él. Sus amigas trataron de animarla, diciéndole que él se había quedado embobado mirándola, que la novia era muy fea y tenía cara de sargento y más cosas que, aunque la hicieron sonreir durante un rato, siguió desanimada durante bastante tiempo.
Me contó que un día, harta de esperar que él fuera suyo, decidió darle una oportunidad al resto de chicos que habitaban la tierra. Fue entonces cuando empezó a salir "en serio" con un chico. Me contaba que era muy majo y que se portaba muy bien con ella, pero que no sentía lo mismo que él y lo dejó al cabo de tres meses. Le supo mal, me decía, pero no quería hacerle más daño a largo plazo.
Luego tonteó con un camarero, que era un pendón. Ella lo sabía y nunca llegó a salir con él, pero pasó momentos inolvidables y, por eso, se acuerda todavía de él.
Poco tiempo después del camarero, empezó a salir con un chico al que conocía desde que eran pequeños. Con este tampoco duró mucho tiempo. Me dijo que él no estaba muy por la labor de mantener una relación estable, así que lo dejaron al cabo de cuatro o cinco meses.
Me contaba que harta de los tíos, decidió irse de viaje. Como todas sus amigas le dieron largas, pensó que no era mala idea irse sola. Y eso hizo, se metió en un avión y se fue a conocer Bilbao. Entre risas, me contó que los cuatro días que pasó allí en pleno mes de agosto, le llovió y que, cuando se fue de allí, empezó a salir el sol. También me contó, que mientras esperaba el avión de vuelta a casa, conoció a un chico. Empezaron a hablar y sintieron que se conocían de toda la vida. Me contó que al poco tiempo empezaron a salir y que a los siete meses de relación, decidieron irse a vivir juntos. Pasaron muy buenos momentos juntos, pero por desgracia, a los cinco años se separaron. Me lo contaba entre melancólica y nostálgica, aunque me aseguraba que después de dos años de soltera, no volvería con él, porque los dos últimos años que pasaron juntos, fueron muy tristes para ambos.
Esta amiga, me contaba que había vuelto a ver a su amor platónico no hacía mucho y que notó como le daba un pequeño vuelco el corazón. Me decía que lo último que sabía de él era que está casado y que tiene un niño. Me confesó que le había gustado volver a verlo, pero que ya se le había pasado la tontería y que lo del vuelco al corazón fue una manera de recordar viejos tiempos.
Mi amiga me decía que, por ahora, no quiere complicarse la vida con nadie, que está muy agusto así, que lo único que le apetece en estos momentos es centrarse en sus proyectos.
Hoy mi amiga, le echa un vistazo al pasado acordándose de los buenos momentos; siente el presente y lo vive, a su manera; y, del futuro... prefiere no pensar mucho en el futuro.

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