martes, 25 de febrero de 2014

Entre libros

Alina tenía el día libre. Era miércoles y, como siempre, se levantó temprano. Se tomó su tiempo para ducharse, le gustaba notar el agua caliente recorriendo todo su cuerpo. Cuando terminó, se secó y se vistió. Eligió una camiseta de manga corta, de color blanco y con una frase estampada que decía "I love the way you smile at me", unos jeans ajustados y un cárdigan a rayas, todo de Blanco Suite. Después se hizo una trenza deshecha, con su larga melena castaña clara acenizada. Maquilló un poco sus ojos color miel, dándoles una forma almendrada con una línea negra y abundante máscara de pestañas. Se puso un poco de colorete en sus marcados pómulos y tiñó de rojo sus labios carnosos. Se perfumó con un par de vaporizaciones de Versense, de Versace. Se puso sus zapatos negros de tacón de Marco Tozzi, que compró el mes anterior por internet y se colocó el shemagh blanco y negro, que le regaló su hermano por su cumpleaños. Cogió su gran bolso de Mango y salió de casa.
Había quedado con una amiga para desayunar y, después, ir a dar una vuelta por el Mercado de los Encantes. Le encantaba ir a ese mercado, de hecho, todo su piso estaba decorado con cosas que había comprado allí y, se había convertido en una habitual entre los vendedores.
Después de comprar varios discos de vinilo y un espejo de pie antiguo y dejarlos en casa, se fueron a comer a un restaurante en el centro de la ciudad. Al terminar, la amiga de Alina tenía que ir a trabajar, así que se despidieron con un abrazo y se prometieron que se llamarían para quedar el sábado por la noche.
A Alina le gustaba pasear sola por la ciudad y observar a la gente. Se sentó en un banco de la Plaza Cataluña para darles de comer a las palomas aunque, éstas ya estaban suficientemente distraídas con los extranjeros que pasaban por allí. Al cabo de un rato, se levantó para mirar las tiendas del Paseo de Gracia. Entró en varias, pero no llegó a comprar nada. Se paró a admirar la conocida fachada de La Casa Batlló, en la que siempre había gente haciendo fotos. Cruzó la calle y se dirigió a La Casa del Libro. Le encantaba pasar horas allí dentro, leyendo las contra portadas de los libros.
Estaba absorta mirando varios libros de Tolkien, cuando Pol, uno de los muchos trabajadores de allí, la sorprendió diciéndole:
-Si te gusta Tolkien, hay varias ediciones especiales que seguro te gustarán. Ven, te llevaré a verlas.
La cogió de la mano y la llevó hasta la sección donde se encontraban todas las ediciones especiales. A Alina le sorprendió aquel gesto, pero no se soltó hasta que él lo hizo. En cuanto se dio cuenta de lo que había hecho, Pol se puso muy colorado y le pidió perdón. Ella le sonrió tímidamente y le dijo:
-Tranquilo, no pasa nada.
Él sonrió también, pero se sentía nervioso y tremendamente torpe con la presencia de aquella chica. Nunca le había pasado nada igual.
Al final, se decidió por el libro que él le había recomendado, le dio las gracias y se fue. Pol se la quedó mirando hasta que salió por la puerta de la tienda. Pensó que aquella chica era la más bonita que había pasado por allí en mucho tiempo y siguió trabajando pensando si la volvería a ver otra vez.
En cuanto llegó a casa, sacó el libro para envolverlo. El cumpleaños de su hermano era ese fin de semana y pensó que le gustaría tener entre sus manos, la edición especial de El Hobbit con ilustraciones de Alan Lee. Su hermano no era ningún niño ya, pero le encantaba el mundo y la fantasía de Tolkien.
Se dio cuenta de lo cansada que estaba y, se cambió para ponerse el pijama, se desmaquilló, se cepilló la melena y los dientes y se tumbó en la cama. Antes de quedarse dormida, se acordó de aquel chico guapo de la librería, que la había cogido de la mano. Pensó en lo bien que le sentaba aquella barba de dos días y en su pelo negro ondulado. Se acordó de su mirada tierna de ojos marrones y en sus bonitos labios. Se dijo que iría a verlo de nuevo la semana siguiente y se durmió.
Lo que restaba de la semana había sido agotador, no paraba de acumulársele el trabajo y todo porque no dejaba de pensar en él. ¿Como era posible que, pasar tan sólo unos minutos con aquel chico, le hubiese dejado tanta huella? No lo sabía y, lo único que quería era desconectar y pasarlo bien en la fiesta de cumpleaños de su hermano.
Cenaron en su casa, junto con unos amigos que tenían en común. A Carlos le encantó el regalo de su hermana, llegándosele a caer unas lágrimas por la emoción. Se hicieron fotos, rieron juntos, tomaron champán y después fueron a un pub a tomar algo.
Al día siguiente, Alina estaba tan cansada que decidió quedarse en casa y hacer una cura de sueño. Sabía que esa semana sería muy dura y su jefa estaría pendiente de ella todo el tiempo.
Cuando quiso darse cuenta ya era, de nuevo, miércoles. Volvió a su rutina miércolera. Desayuno, mercadillo y comida con Sara, su mejor amiga. Y a esa lista añadió ir a La Casa del Libro.
-Disculpe, ¿podría ayudarme?-Le dijo una voz femenina que le resultaba familiar. Pol se giró y la vio allí plantada con una sonrisa. Él sonrió también y le contestó:
-Sí, por supuesto, ¿cómo podría hacerlo?-Le guiñó un ojo en un gesto cómplice y añadió: -Por cierto, ¿qué tal el libro?¿te gustó?
-¡Oh! El libro no era para mí, fue un regalo para mi hermano y sí, le encantó.-Ladeó un poco la cabeza y le preguntó: -¿Me recomendarías algún libro para mi?
-Por supuesto, ¿te gusta la novela negra?-Ella asintió con la cabeza, entusiasmada.-Pues ven conmigo.-Volvió a cogerla de la mano y la llevó hasta la sección donde se encontraba el libro.-Toma, llévate éste y ya me contarás qué te ha parecido.-Le tendió el libro y ella lo cogió rozando sus dedos, sintiendo una pequeña descarga eléctrica. Miró la tapa y leyó en voz alta:
-Una voz en la niebla, el título suena un poco inquietante, me gusta.-Volvió a sonreírle y, esta vez, antes de irse, cogió una libreta del bolso y un bolígrafo. En ella anotó algo que Pol no distinguió a ver, hasta que le pasó el papel. Era su número de móvil.-Toma, guárdalo y así seguimos hablando y, si algún día te apetece quedar para tomar algo, pues ya sabes. Por cierto, me llamo Alina, ¿y tú?
Él se había quedado perplejo, aquello lo había pillado desprevenido y, tartamudeando, le contestó:
-Pol, me llamo Pol.
-Encantada de conocerte Pol.-Le plantó dos besos en la cara, se despidió de él, pagó el libro y se marchó.
Aquella tarde, él pensó que le había dado algo con lo que soñar durante la noche y se prometió que en cuanto terminara su turno, le escribiría un whatsapp.





4 comentarios:

  1. ¿Te han pagado algo las marcas por hacerles publicidad? jejeje Bueno bueno, la historia pinta bien, esperaremos la siguiente entrega a ver qué hace Pol.

    ResponderEliminar
  2. Dioss me quedado con las ganas de mas espero que la termines me as dejado todo intrigado jaja soy roberto esto de seguir tu blog me ests enganchando jajaja

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja bueno, ya lo sabes, pero me alegra que te guste, de verdad ;D

      Eliminar