lunes, 20 de enero de 2014

Sentimientos contradictorios

Desde que el padre de Hector nos pilló en... su habitación, cada vez que queremos echar un polvo, viene a mi piso. Últimamente viene bastante a menudo y, ha dejado un cepillo de dientes en mi baño. Eso me mosquea bastante, porque yo necesito mi espacio. Además, sólo somos amigos, bueno, con derechos, pero amigos al fin y al cabo. Esta tarde hablaré con él.
Le he enviado un mensaje y, me ha contestado al momento diciéndome que aquí estará y que tiene una sorpresa para mí. A saber, seguro que me ha comprado alguna tontería. Jo, no quiero que se encariñe tanto conmigo, me cae muy bien y eso estropearía nuestra amistad.
Que raro, son las cuatro y media y todavía no ha venido. Como tarde mucho, me quedaré frita viendo esta peli tan mala de la tele.
Llaman al timbre. Es él. Dejo la puerta entornada para que entre directamente. Me siento en el sofá de nuevo con mi manta. Acaba de entrar y, ¡oh, sorpresa! viene acompañado de alguien a quien no esperaba ver en unas cuantas semanas.
-¡Hola cariño! Mira, este es mi hermano Sergio.
Los miro boquiabierta y les digo:
-¿Él es la sorpresa que me querías dar?- Sergio está tan sorprendido como yo.
-Sí, tenía ganas de que le conocieras. Ha venido unos días para visitar a la familia y a unas amistades que tiene por aquí.- Me dice con una sonrisa que pronto se le borra de la cara y dice: -¿Vosotros ya os conocíais?
Y antes de que pueda responder, Sergio dice:
-Pues la verdad es que sí. Nos conocimos en una fiesta a la que me llevó mi amiga Isabel, que resulta que es su prima.
-Ah... - Hector se queda pensativo.- Sergio, no será ella la chica con la que estuviste este verano, ¿verdad?- Y nos mira con recelo a los dos. Me quedo callada y miro hacia otro lado.
-Sí, es ella.- Dice Sergio muy serio. En ese momento me quiero morir y quisiera que se fueran de mi piso, pero sigo sin decir nada.
-Ya, y has vuelto para volver a follártela, ¿no?- Hector está celoso, aunque no tiene derecho a estarlo. No puedo más con la situación así que le digo:
-Hector, déjalo ya. Tú y yo sólo somos amigos. Vale, sí, nos hemos liado varias veces, pero entre tú y yo, no hay nada más. Así que no tienes ningún derecho a recriminarle a tu hermano nada. Además, si ha venido aquí, es para visitaros a vosotros y para ver a unos amigos. Y yo, soy amiga suya. Y ahora, si no os importa, marchaos de mi piso. Sergio, ya te llamaré más tarde para quedar y tomar un café, ¿vale? Me alegro de volver a verte.
-Yo también me alegro, Valentina.- Me dice Sergio, con una nota de pena y cariño en su voz.
-Valentina... yo...- Noto en la mirada de Hector que está arrepentido y, parece que va a llorar.
-Ya hablaremos Hector, pero ahora necesito espacio, por favor.- Le digo con suavidad.
La verdad es que me sabe mal haber sido tan brusca, pero creo que ha sido lo mejor que podía hacer. Sin embargo, me he quedado con ganas de hablar más con Sergio. Le he echado muchísimo de menos y, al verle, he sentido una alegría inmensa.
Acabo de recibir un whatsapp de Sergio. Me dice que siente mucho lo que ha pasado esta tarde en mi casa, que tiene ganas de volver a verme, pegarme un achuchón y hablar conmigo. Le digo que mañana tengo el día libre y que no tengo nada que hacer, que si quiere, podemos quedar para tomar algo en el bar de la plaza de mi barrio. Acepta y me pone una carita sonriente con un guiño. Sonrío como una tonta.
Hoy casi no he podido ni comer de los nervios que tengo encima. Es curioso que todavía consiga crear ese estado en mí, después de tantos meses sin vernos. Me estoy arreglando, pero no consigo verme bien con nada de lo que tengo en el armario, hasta mi pelo está de un rebelde... ¡y eso que lo tengo liso! Al final, me pongo los vaqueros desgastados y rotos, con unas medias debajo, sinó me congelaré en la calle. He cogido mi jersey de lana y cuello cisne. Me recojo el pelo en una coleta y me maquillo un poquito, nada, un poco de rímel en las pestañas, colorete en abundancia, brillo de labios y arreando que es gerundio.
Sergio mira su reloj. ¿Tan tarde es? Parece que está nervioso. Entro, le saludo y le planto dos besos bien marcados en la cara. Me sonríe, me coge de la mano y me dice:
- Ven conmigo.
Salimos del bar sin pedir nada, aunque él ya se había tomado un café. Me pasa un casco y nos vamos de allí en su moto. Llegamos a un hotel pequeñito pero coqueto. Todavía no entiendo porqué me ha traído aquí. No sé si es porque no quiere que su hermano sepa que hemos quedado o qué. Me coge de la mano y entramos dentro. Pide una habitación. Nos dan la llave después de rellenar unos datos y subimos a la primera planta. Entramos en la habitación. No es muy grande, pero tiene un baño y una cama grande, muy grande. Dejo mi bolso encima de la mesa escritorio y me quito la chaqueta. Antes de que pueda preguntarle a Sergio que qué es lo que hacemos aquí, me da un beso, largo y lento y se me olvida lo que quería preguntarle.
-Te he echado mucho de menos, Valentina.- Me dice mientras me quita el jersey.
-Y yo a tí, Sergio.
Nos desnudamos el uno al otro, sin prisa pero sin pausa y nos besamos. Es extraño, pero necesitaba su piel en la mía, que sus manos recorrieran todo mi cuerpo y su lengua me abrasara por todas partes. Nos quedamos desnudos, de pie, mirándonos a los ojos. Con su mano derecha, roza la piel de mi pecho, tocando el pezón erecto. Se acerca para tocarlo con su lengua. Cierro los ojos. Lo lame con lentitud, provocando pequeñas descargas en mi sexo. Succiona con suavidad, mientras que con su mano juega con el otro pezón. Gimo y empiezo a mover mi cadera, buscando su polla que está dura como un palo. Me tumba en la cama y me abre las piernas. Me toca el clítoris, abultado y necesitado de caricias. Con la otra mano me mete dos dedos y los mete y saca lentamente. Me observa mientras me pellizco los pezones y gimo de placer. Nota que estoy a punto de llegar al orgasmo y se pone un condón. Me la mete hasta el fondo y me empieza a follar. No tardamos mucho en corrernos. Le digo que necesitaba un polvo como el de hoy. Sergio me sonríe y me dice que él también lo necesitaba. Pero me quedo sería y pensativa. Él se da cuenta y me dice:
-Piensas en Hector, ¿verdad?
-Sí.- Le respondo y me pongo a llorar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario