jueves, 16 de enero de 2014

Nuevas amistades

Este verano ha sido increíble. Sergio ha sido para mí un gran amigo y un gran amante. Me ha enseñado cosas que nadie habría hecho, tanto sexualmente, como en otros aspectos. Me ha llevado a sitios, he escuchado a grandes artistas de la música, he visto películas y he hecho un sin fin de cosas que nunca había hecho y no conocía. Él ha abierto una ventana al mundo, al que tanto anhelaba conocer. Y en lo referente al sexo… ¡Madre mía! No imaginaba que hubiera tantas posturas y maneras de satisfacer a una persona. Pero, al menos ahora, me siento más segura.
Hoy es mi primer día en la universidad. Por una parte estoy contenta por empezar algo nuevo pero, por otra, me da pena saber que no voy a poder volver a ver a Sergio durante bastante tiempo. Aunque, mantengamos el contacto, no será lo mismo.
Ya han acabado las clases de hoy. He conocido a un grupo muy majo. En realidad somos cinco pero, me lo he pasado muy bien con ellos. Con quién más he conectado es con Ruth pero Asier, Luis y Marta son muy buena gente también. Me han dicho que este fin de semana va a haber una fiesta en casa de… ¿cómo me han dicho que se llamaba? ays, no me acuerdo, da igual, el caso es que ellos van a ir y yo no quiero perdérmela tampoco.
Ruth está esperando a que termine de arreglarme. Me he puesto un pantalón tejano roto, una camiseta ajustada negra y otra más holgada transparente con un estampado que pone Rock’n’Roll y mis Converse a cuadros. Me he dejado la melena suelta, por cierto, tengo que cortarla ya, que parece un estropajo. Ruth me está metiendo prisa, aunque ya estoy a punto de terminar, sólo queda maquillarme los labios y ya está. Al verme, me pide que la maquille un poco y me pide prestado mi gorrito borsalino. La verdad es que Ruth, va muy sencilla con su vestido de tirantes largo en color marrón y las bailarinas, así que el sombrero le dará un toque guay a su look. Ya estamos listas para ir a la fiesta, cogemos nuestras chaquetas y nos vamos.
¡Vaya! Esta casa es genial, es enorme. El dueño debe estar forrado. Parece que somos de las primeras en llegar, aunque acabo de ver a Asier y a Luis. Nos acercamos a saludarlos y nos ofrecen unas cervezas. He
perdido la cuenta de la gente que me han presentado. Lo estamos pasando genial. Bebida, música, mucha gente y… ¡Una piscina enorme! Dios, tengo tanto calor que necesito darme un baño. Me tiro sin pensármelo dos veces, con la ropa y todo. Detrás de mi se tiran como unas veinte personas más. Reímos y bailamos dentro del agua. Al final, tanta gente me acaba agobiando y salgo en busca de una toalla en la caseta que hay en el jardín. Dentro, me paso un rato buscando algo con que taparme y estoy tan absorta en mi búsqueda, que no oigo que alguien ha entrado. Me tocan en el hombro y me giro asustada.
-Perdona, no quería asustarte ¿estás bien?
-Sí, sí, tranquilo, no pasa nada, es que estaba buscando una toalla, pero no veo ninguna por aquí.
-Eso es porque las toallas están en el armario que hay al fondo. Por cierto, me llamo Hector.
-Yo soy Valentina.- Nos damos dos besos.- ¿Cómo sabes donde están las toallas?¿Has estado aquí de fiesta más veces?- Se ríe.
-Bueno, sé donde están, porque vivo en esta casa.- ¡Ups!
Hector me ofrece un albornoz y continuamos hablando un rato. Es muy simpático y muy educado. Me siento muy agusto hablando con él. Tiene dos años más que yo. Está estudiando ingeniería aeronáutica. Tiene dos hermanos más mayores que él. Y, mientras me va explicando más cosas, yo le observo y le escucho. Tiene una voz muy sensual, a juego con sus labios carnosos. Su mirada es como la de un niño travieso, con grandes ojos color chocolate. Su piel es de un color dorado muy bonito. El pelo lo tiene corto, despeinado y mojado. Todo él está mojado. Y yo me muerdo el labio.
-Te vas a hacer sangre.- Me dice.
-¿Cómo dices?
-Que si sigues mordiéndote el labio tan fuerte, acabarás haciéndote sangre.- Me pongo colorada. Me mira serio y muy fijamente. Tensión.
-¡Ah, eso! Es una costumbre que tengo desde hace tiempo. Lo hago inconscientemente.- Le digo quitándole hierro al asunto.
-Pues es un gesto muy sexy, me gusta.- Y se acerca para darme un beso. Me aparto y como quien no quiere la cosa le digo que me tengo que ir.- Espera, dame tú número, me gustaría volver a verte.- Le sonrío.
-Si quieres mi número, tendrás que averiguarlo tú solito. No te lo voy a poner tan fácil.- Le guiño un ojo y asiente con la cabeza sonriendo.
Busco a Ruth y al resto, para irnos, aunque sólo la encuentro a ella, durmiendo en un sillón del salón. La despierto y la arrastro hasta el coche. Me toca conducir, por suerte, sólo me he bebido un par de cervezas. Ruth parece que se haya tragado todo el alcohol de la casa. Llegamos a mi piso y lo primero que hace es ir al baño. La acompaño, le quito el sombrero, le recojo el pelo y dejo que eche el hígado por la boca.
Al día siguiente, ella tiene resaca y la dejo que duerma todo el día. Mientras, yo me dedico a limpiar un poco y a hacer trabajos de la uni. Alguien me llama al móvil. No conozco el número, aún así descuelgo. Esta voz me suena de algo. ¡Madre mía! es Hector. ¿Cómo ha descubierto tan pronto mi número? Me dice que quiere quedar conmigo hoy. Le digo que no puedo, que tengo que empezar los trabajos que me han puesto en la universidad, que quizás otro día. Me ha dicho que no, que quiere verme hoy. Me muerdo el labio y no contesto.
-Te veré esta noche. ¿Dónde vives? Espera, no me lo digas, ya lo descubriré. Te pasaré a buscar a las ocho.- Me dice. Sonrío.
-Está bien, a las ocho.- Y colgamos sin despedirnos.
¡Qué puntual! Sus dotes detectivescas me sorprenden, ¿será igual en todo?. Nos damos dos besos, me acompaña hasta el coche y me abre la puerta. Desde luego es todo un caballero. Me lleva de nuevo a su casa. Dice que estaremos completamente solos. Me ofrece una cerveza y la acepto encantada, tengo tanta sed… Salimos al jardín y me lleva a la caseta donde nos conocimos. Le miro sabiendo porqué me ha traído aquí. Me devuelve la mirada y me coge de las manos. Se acerca un poco más. Estamos a dos milímetros,
nariz con nariz. Me coge del cuello y me besa. Es un beso dulce pero sensual. Mientras entrelazamos nuestras lenguas, me quita la chaqueta y se quita la suya también. Me abraza y me aprieta contra él. Noto su erección en mi abdomen. Le quito la camiseta y le desabrocho los pantalones. Nuestro beso se vuelve cada vez más pasional. Mi cuerpo ansía el contacto de su piel. Me quita el vestido a una velocidad pasmosa. Estamos en ropa interior y nos quedamos un momento observándonos, con la respiración entrecortada. Entonces, muy lentamente, rozo su piel con un dedo. Cierra los ojos y me acerco a él para besarle el cuello, el pecho, el abdomen y me arrodillo para bajarle los calzoncillos. Ahí está, tensa y necesitada de sexo. Me muerdo el labio y miro su cara. Con su dedo pulgar hace que deje de morderme el labio. Y sin dejar de mirarle a los ojos, empiezo a lamerle la punta de la polla. Emite un pequeño jadeo. Comienzo a chupársela, lentamente. Le gusta. Cada vez aumento más el ritmo, llevándola casi hasta la garganta. Gime cada vez más rápido. Está a punto de correrse, lo noto. Le agarro del culo con fuerza y voy tan rápido que se corre dentro de mi boca. Me trago su semen y se queda sorprendido de que lo haga. Me levanto y me lleva hasta la pared donde está el armario de las toallas. Me besa el cuello y me acaricia el pecho. Los saca por fuera del sujetador y me pellizca los pezones que están totalmente erectos. Me los muerde, succiona y lame. Muero de placer, pero quiero más. Me baja el tanga muy lentamente, tanto que me desespera. Se queda mirando un rato mi conejito bien depilado. Mi clítoris se abulta aún más con su aliento abrasador. Acopla su boca a mi sexo, y da rienda suelta a su lengua, haciéndome gemir muy fuerte. Me introduce un dedo, luego dos y luego tres. Es increíble lo bien que lo hace. Me corro dejándole la cara completamente empapada. Me mira y se ríe. Me río y le paso una toalla para que se limpie. Pero todavía no hemos terminado. Recogemos nuestra ropa y, desnudos, me lleva a su habitación. Vuelve a estar empalmado y eso me pone a cien. Después de las nuevas caricias, besos y abrazos, saca un condón de la mesita de noche. Le digo que se lo pongo yo. Se tumba en la cama y, tal como me enseñó Sergio, le pongo el condón a Hector. Me siento encima de él y pongo mis manos encima de su pecho, apretando mis tetas. Suelta un suspiro y me empiezo a mover, como si de un caballo se tratara, empiezo poco a poco, luego al trote y después al galope, arqueando mi espalda hacia atrás, sin parar de gemir. Entonces, alguien abre la puerta y Hector dice:
-Papá, ¿qué haces aquí?¿No ibas a venir mañana?

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