Me despierto desconcertada por el olor a velas. ¿Cuando las encendí?
y, ¿por qué las encendí? Me doy cuenta que no estoy sola, me giro y veo a
Marta y Nathan desnudos y abrazados. Logro alcanzar mi móvil de la
mesita de noche y les hago una foto. La verdad es que ha quedado muy
artística, para no tener ni idea de fotografía. Sonrío, dejo el móvil
donde estaba y me dirijo al baño.
Pongo la ducha en marcha y espero a que el agua se caliente. Me doy
cuenta que no sé la hora que es, aún habiendo cogido el móvil antes.
Sigo bastante soñolienta, así que la ducha me sentará genial. Ya está
caliente. Dejo que el agua resbale por mi cuerpo, apoyo mis manos en la
pared de enfrente y me quedo así unos minutos. Alguien ha entrado en la
ducha. Me acaricia la cintura y me abraza. Es Nathan.
Me besa en el
hombro y sube despacio por mi cuello. Me giro para mirarle. Tiene cara
de sueño, pero está muy guapo. Se acerca para besarme, muy lento, muy
suave, muy húmedo. Me pone y a él también. Desciende hacia mi cuello de
nuevo, sin dejar de besarme. Sigue bajando y se detiene en mis pechos,
para lamerlos haciendo círculos hasta llegar a mis pezones. Succiona y
mordisquea mientras con sus manos acaricia mi espalda y mi culo. Luego
continua besando mi abdomen y lame mi ombligo. Cada vez desciende más,
hasta detenerse en mi sexo. Me mira y sonríe pícaramente. Es la primera
vez que le veo sonreirme así y sé porqué es. El contacto de su lengua me
hace vibrar. Suerte que lo llevo todo depilado, la sensación es mucho
más placentera de esta manera. Empieza a chupar mi clítoris con la
lengua plana, poco a poco, saboreándome. Después comienza a hacer
círculos y me introduce dos dedos, provocando que jadee con intensidad.
Ahora lo succiona y vuelve con los círculos pero esta vez más rápido e
intenso. Creo morir cuando para, pero sólo lo hace para levantarme,
pegarme a la pared de la ducha y follarme con intensidad. Al cabo de un
buen rato, nos corremos y, por primera vez en la vida, eyaculo. Los dos
nos sorprendemos y comenzamos a reir.
Terminamos de ducharnos, entre besos, caricias y bromas. Al salir, vemos que Marta no está. Ha dejado una nota que dice:
"Lo siento chicos, me he tenido que ir antes, me han llamado para
ir a trabajar, se ha puesto enferma una de mis compañeras. Por cierto,
os he visto en la ducha. Me ha gustado veros, aunque vosotros no os
hayais dado cuenta de mi presencia. Sabed que me he masturbado. Lo de
anoche estuvo muy bien, espero que lo podamos repetir de nuevo. Un
saludo. Marta"
Caray, esta chica cada día me sorprende más. Nathan me mira y me dice
que también se tiene que marchar, que no tiene prisa, pero que no puede
quedarse conmigo todo el día. No importa, tal como acabó la noche
anterior y como ha empezado este día, ya no me preocupa nada en
absoluto. Preparo unas crêpes, mientras él pone una cafetera en
el fuego y saca el zumo de melocotón de la nevera. Nos sentamos en la
mesa de la cocina y desayunamos. Le pregunto que porqué se pone las
gafas teniendo unos ojos tan bonitos. Me contesta que, en realidad, se
siente más cómodo con ellas puestas. Me confiesa también que es fan de
Superman y su alter ego Clark Kent. Me río, pero también le confieso que
soy fan de ese personaje. Le sorprende, pero a la vez le intriga saber
más cosas de mí. Por desgracia se tiene que marchar ya. Se despide de mí
con dos besos y un abrazo muy cálido.
Me llaman al teléfono. Es Elías, mi jefe, otra vez. Dice que quiere
verme, que es por trabajo. Le digo que en una hora estaré en la oficina.
Me fastidia tener que ir a trabajar en domingo. No suele pasar, pero
cuando ocurre, es porque alguien ha hecho una cagada monumental.
Acabo de aparcar y me dirijo al edificio donde trabajo. Subo al
ascensor y marco la planta siete. Se abren las puertas y cruzo el
pasillo. Pico con los nudillos en la puerta y enseguida me abren. Es
Marta quien lo hace. Que raro, pero si dijo que iba a trabajar.
- ¡¡¡SOOOORPREEEEESAAAAAAA!!!
¡Oh, Dios mío! Lo había olvidado por completo, es mi cumpleaños y me
han organizado una fiesta sorpresa. No me lo puedo creer, ha venido todo
el mundo. ¡Incluso Nathan estaba implicado! Madre mía, no paro de
recibir regalos, aunque el mejor sin duda ha sido el de esta mañana.
Elías se acerca y me felicita. Me da dos besos, muy apretados. Sé qué
quiere, pero hoy no se lo voy a dar. Hoy es mi día. Además, ha venido
con su mujer, dudo mucho que le haga gracia, como su marido y yo nos
escaqueamos para hechar un polvo.
Hoy ha sido un día muy completo y estoy muy contenta. La verdad, no
pensaba que acabaría así. Estoy cansada, me voy a dormir ya. Mañana,
será otro día.
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