Estoy en mi habitación, frente al espejo de pie, completamente
desnuda y me gusta lo que veo. Mi cuerpo se asemeja al de Marilyn
Monroe, pero con el pecho más prominente, ligeramente caído, pero
todavía siguen siendo bonitos. Si no tuviera prisa, me masturbaría en
este momento, pero he de ir a trabajar. Me visto rápido, me maquillo, me
recojo el pelo en un moño tipo bailarina, cojo el bolso y me voy.
He quedado con mi jefe en la cafetería de en frente de la empresa
donde trabajo y, por lo visto, va a llegar tarde. Le pido a Marta que me
prepare un café con leche y, mientras le echo el azúcar y un poquito de
canela, aparece Elias, mi jefe. Empezamos a hablar sobre el nuevo
proyecto de finanzas que la empresa tiene entre manos pero, no consigo
concentrarme. Es un hombre muy atractivo, con ojos almendrados en color
miel, labios finos y el cabello en media melena castaño. Lleva un traje
de chaqueta color gris oscuro, con camisa blanca y sin corbata. Se ha
fijado en que le estoy mirando descaradamente y me estoy mordiendo el
labio. Sonríe y hace lo propio conmigo, con la diferencia en que él, ha
dejado fija su mirada en mi abundante escote. Me levanto, me acerco a él
y a modo de invitación, le digo:
- Disculpe, voy un momento al baño de señoras.
Me mira perplejo y asiente.
Mientras me dirijo hacia el baño contoneando la cadera, sé que me
está mirando el culo. Llevo mi mejor falda lápiz y unos stilettos de 12
centímetros, que estilizan mis magníficas piernas. A los tres minutos de
entrar, abren la puerta. Es él, mirándome con lascivia. Cierra la
puerta y echa el cerrojo. Se acerca a mi y me besa con brusquedad,
intentando desnudarme. Me separo de él y con un dedo le digo que no, que
se quede quieto y no haga absolutamente nada. Continuo besándole,
mientras le desabrocho el cinturon y le bajo los pantalones junto a los
boxer. Su erección es impresionante, no por el tamaño en sí, sinó por lo
bien que apunta hacia arriba. Le cojo la polla con las dos manos y
empiezo el vaivén. Elias suelta un pequeño jadeo y, entonces, empiezo a
jugar con mi boca. Primero le lamo la punta y la mordisqueo con
suavidad, luego voy subiendo la intensidad y la meto hasta la garganta.
Mientras lo hago, le miro la cara y está tan excitado que no puede parar
de jadear. Entonces paro un momento, para chuparme el dedo índice y me
mira sorprendido sin comprender. Vuelvo a la carga y, cuando menos se lo
espera le introduzco el dedo por el culo y le empiezo a estimular
suavemente el punto G. Automáticamente, se corre en mi boca. Me levanto,
le miro a los ojos, me trago el semen, me lavo las manos, me coloco la
falda y la camisa, me maquillo los labios, le sonrío, le guiño un ojo y
salgo del baño dejándolo estupefacto.
Marta, la camarera, me mira sonriéndome porque sabe lo que ha
ocurrido dentro del baño. Es mi mejor amiga y me conoce mejor que nadie.
Pago los cafés y me dirijo a realizar mi trabajo en la empresa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario